martes, 12 de mayo de 2020

Primeras obras en Cuba y Puerto Rico

En febrero el H. Reticius, Asistente o Consejero general para Canadá, París y México, en una Circular a las obras lasallistas en Canadá,  solicitó  “misioneros” para otras fundaciones, sobre todo en las Antillas.
El 10 de junio salían desde el puerto del Havre en el buque “La Bretagne” rumbo a New York: los HH. Hadelin Marie, Henri Joseph, Gemel, Joseph Cassien, franceses y el canadiense Brother Rogatian. Tras ser despedidos por el Superior General. A su llegada le recibieron los HH. Imier de Jesús, futuro Superior General, Adolfo Alfredo y otros Hermanos.
En la noche del 19 de junio, tras desembarcar en New York, partieron para Montreal, Canadá, donde formaron el grupo de los Hermanos que vendrían a Cuba. En las riberas del río San Lorenzo, en Longueil se constituyó una especial academia de la lengua española, bajo la dirección de los HH. Hadelin Marie y José Casiano.
El 11 de septiembre fueron los Hermanos a presentarse ante Mons. González Estrada, quien regresaba de Santiago de Cuba. Cada uno fue presentado por su nombre y recibió la primera obediencia en tierra cubana, presentando las dos comunidades lasallistas en La Habana, finalmente H. Adolfo Alfredo así mismo como Visitador del Distrito de las Antillas.
El 14 de septiembre se abrían las puertas de las primeras obras lasallistas en Las Antillas:
v Escuela del Niño de Belén. Eran dos salones junto al Colegio de Belén dirigido por los Padres Jesuitas. La escuela gratuita será independiente de la obra jesuita aunque costeada por ellos. Como el barco en que venían los Hermanos estaba atrasado, los PP. Jesuitas comenzaron las clases en esta obra, los PP. Jorge Camarero y Tomás Bueno hasta que llegaron los Hermanos. La comunidad estaba formada por los Hermanos: Hadelin Marie, Director; M. Adrias; Sulpicio, Enrique José y Alfonso. Asistían a misa en la Iglesia de Belén. Los Hermanos vivirían en una casa alquilada en la calle Luz, próxima a la escuela.
v Colegio de Idiomas y Comercio “San Juan Bautista de La Salle” Abrirá con 4 clases y el H. Adolfo Alfredo será su primer Director. Cada clase tendrá su Hermano titular: Victorino, René Gustavo, Hioram Jean, Arsenio, Sergio y René Edmundo, mientras el resto serían profesores de especialidades: H. Quadrat Leòn, Ciencias Naturales; H. Rogatian, inglés; (también impartirá esta materia en el Seminario habanero) y el H. José Casiano enseñaba el catecismo de clase en clase, haciendo cuentos a los chiquitos. Asistían a misa en la Iglesia Parroquial de los PP. Dominicos.
Mientras en Cuba se abrían las primeras obras lasallistas al unísono, se abría una nueva en San Juan, Puerto Rico, por el Distrito de New York. En los antiguos locales del seminario contiguo al Palacio episcopal, cedidos por Mons. Blenk, obispo de San Juan, se abría el Colegio San Pablo. La comunidad estaba formada por los HH. Abdón Edgard, Director; Blimond Pierre, Sub – Director; Bernard Pierre, Prefecto, Ptolomeo Louis, Dosas Lucien, Azadez Michael, Albian y Didace Pierre. Luego se les añadieron los HH. Auxilian Félix, Paulian y Chrysogone Marie.
El 23 de octubre, el Sr. Presidente de la República, Don Tomás Estrada Palma acogió muy bien al H. Adolfo Alfredo, Visitador; y por orden del Sr. Secretario de Gobernación e interino de Instrucción Pública, Sr. Lincoln de Zayas concedía la autorización legal de las obras lasallistas cubanas.
La última jornada de octubre  llegó de Francia el H. Goslin Camilo para reemplazar en el cargo de director del Vedado al H. Adolfo Alfredo. Mientras tanto el Capítulo General decidió cambiar la jurisdicción de las obras cubanas, a la obediencia del H. Reticius, Asistente para el Canadá, París y México.

Visita del Hno. Adolfo Alfredo

Llegó el Hno. Adolfo Alfredo a La Habana el 1 de febrero de 1905, se hospedó en el Hotel Florida, entre las calles Obispo y Cuba (actual Floridita), con cartas de recomendación para distintas comunidades religiosas. En un primer momento de esta visita se encontró con el Ordinario de la diócesis para obtener la autorización para la apertura de obras lasallistas. Los primeros pasos en la isla no fueron favorables para el Hno. Adolfo Alfredo, el cual estaba a punto de marchar a Francia ante tantas dificultades presentadas, cuando se encontró con el Señor Obispo, quien le invitó  a alojarse en el Palacio Episcopal y le prometió ayudarlo, manifestando su deseo de que los Hermanos viniesen a Cuba.
- “No, mi buen Hermano, usted no puede marcharse sin dejar establecidas las fundaciones que le han encargado sus superiores. Usted vendrá a vivir aquí, que es su casa, y mi mesa será la suya, será mi huésped, mi invitado sin coste alguno. Es mi deseo que usted no se marche sin dejar instalada en mi Diócesis su congregación.”
Con las disposiciones tomadas por el Obispo, pronto se contó con un grupo de colaboradores para concretizar aquella obra cuanto antes. Podemos mencionar el gesto del P. Vicente Leza, S. J, Rector del Colegio de Belén; al Sr. Francisco Penichet, Presidente de las Conferencias de San Vicente de Paúl; y a un grupo de Antiguos Alumnos del Colegio Condal y del Colegio Bonanova de Barcelona, donde el Hno. Adolfo Alfredo había sido Director.
La intención primera del delegado del Superior General era tratar de establecer una escuela gratuita, pero de aquel encuentro surgió la posibilidad real de abrir esta obra y además, un colegio de paga sugerido por el Obispo. Para la creación de la escuela gratuita se entabló comunicación con los Padres Jesuitas que tenían un Colegio en la “Habana Vieja”. Para la apertura del colegio se pensó en el Barrio del Vedado, para mayor satisfacción del p. Paulino Álvarez, o. p. El 31 de marzo firmaba el contrato de alquiler de una casa en Línea, # 60 esquina a D, perteneciente al Sr. Guillermo García Tuñón. Monseñor Estrada González pagaría el alquiler de esta casa durante los cuatro años del alquiler: 170 pesos oro español, además de regalar otros dos mil pesos oro español para los gastos de adaptación y mobiliario
Al regresar el H. Adolfo Alfredo a Francia y dialogar con los Superiores Mayores viendo estos la posibilidad de enviar lo más pronto posible un grupo de Hermanos “Cubanos”, pues así se les nombraba en el interno de la congregación a los primeros Hermanos franceses y canadienses destinados a Cuba).

Cuba: una posible fundación

Cuba no comprendía en 1900 parte de la geografía lasallista, aunque  la posibilidad de la apertura de obras lasallistas en nuestro país se remontan a 1867, aunque no se llevó a cabo. (Cf. De La Salle. Boletín de la Asociación De La Salle, Miami, Abril – junio, 1979.)
En 1902 ingresa en el Noviciado de Béziers, Francia, el joven cubano Rafael Mestre Antúnez: H. Claudio Miguel (1883 - 1955). Oriundo de Manzanillo, Oriente hijo de padres catalanes. Será el primer Hermano cubano que profese en el Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas.
Coincidentemente el 20 de mayo de 1902 se instaura la República en Cuba, tras décadas de lucha insurreccional. Será su primer Presidente Don Tomás Estrada Palma.  
La fundación en Cuba tuvo algunos antecedentes que debemos considerar brevemente.
a) Invitación de eclesiásticos: En 1903 el P. Paulino Álvarez, o. p., párroco del nuevo barrio habanero llamado el Vedado, quien conocía la labor de los Hermanos de las Escuelas Cristianas en España, solicitó un grupo de Hermanos de las Escuelas Cristianas a quien encomendarle la labor educativa de aquel creciente núcleo poblacional.
b) Correspondencia con eclesiásticos: Los Hermanos Hilario José, Director del Colegio de Cóbreces, España, y José Casiano, profesor del mismo centro, mantiene correspondencia con algunos eclesiásticos y comunidades religiosas cubanas, que solicitaban la presencia de los servicios educativos de los Hermanos en Cuba.  


Estos elementos eran conocidos en 1905 por el H. Viventen Aimé, Asistente insistía en la posibilidad de fundar en América, con la insistencia de los PP. Dominicos del Vedado y de Mons. González Estrada, obispo de La Habana. En este contexto, el H. Gabriel María, Superior General envió al H. Adolfo Alfredo a explorar las posibilidades de fundación.

Antes de fundar

Parecía que el siglo XX iniciaba bien para los Hermanos de La Salle, pues apenas iniciaba 1900 y ya se esperaba con ansias la canonización del Fundador. Sin embargo aquella alegría era una dulce ilusión ante la realidad gubernamental francesa que amenazaba la escuela cristiana. En cualquier caso, el 24 de mayo amaneció con decenas de Hermanos lasallistas en peregrinación a la Basílica de San Pedro del Vaticano para asistir a la canonización de Juan Bautista de La Salle y Rita de Cascia, recoleta agustina.
El Diario “El Radical” de París, con fecha 20 de julio afirmaba: “es necesario que la República Francesa se deshaga de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, ahí está el peligro esencial; las otras reformas quedan subordinadas a esta”.
El 7 de julio de 1904, en Francia  se votaba y promulgaba la Ley de supresión de las congregaciones religiosas de Combes.
Tras la votación de la ley, los Hermanos de La Salle como otras congregaciones e institutos de apostolado educativo, veían imposible la realización de su labor educativa en su tierra natal. Los Superiores Mayores presentaron a los 10 651 Hermanos la posibilidad de:
ü Partir al exterior, hacia el destierro.
ü Permanecer en Francia, aparentemente “secularizados”
ü Salida voluntaria de la Congregación.
ü Los Hermanos ancianos podían permanecer en Francia.
Para los que decidieron marcharse y vivir en otras tierras su vocación de religiosos educadores los Superiores Mayores estudiaban las ofertas de fundación que se realizaban de distintos puntos del planeta.
El 10 de octubre de 1903, el Presidente de Consejo, Emilio Combes, anunciaba para fecha próxima la supresión de todas las Congregaciones religiosas docentes en Francia.
El 27 de octubre de 1904, ante la presenciad el Cardenal Merry del Val, se colocó en San Pedro del Vaticano una estatua del Santo Fundador obra del escultor romano Aureli, quien había esculpido una anterior para la Catedral de Reims. Se ubicó encima de la estatua sedente de San Pedro.
El periódico Vera Roma del 30 de octubre se refería a esta:
“...Entre estas dos encantadoras y atractivas figuras (son las estatuas de un niño y de un adolescente), se alza majestuosa la del gran Institutor de La Salle. Al joven que lo escucha, atento y dócil, le señala el cielo con la mano mientras que, con la autoridad del Maestro y la dulzura del Padre parece decir: si recorrieres el camino de la vida de conformidad con las leyes de la Doctrina cristiana, serás feliz en esta tierra y gozarás en el Cielo de eterna dicha. En suma, todo el conjunto del grandioso grupo responde perfectamente al sublime ideal que Juan Bautista de La Salle quiso realizar con la institución del os Hermanos de las Escuelas Cristianas...”

miércoles, 18 de septiembre de 2019

¡Hacemos fiesta!


Hace unos días me preguntaron por el Messenger de Facebook, relacionado con el Hno. Victorino, ¿qué sucede después del decreto de Venerable? Mi respuesta en el acto fue: ¡Hacemos fiesta!  Porque el Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres. (Sal 125, 3).
El 6 de abril de este año, el Santo Padre firmó el decreto por el cual reconoce que nuestro Hermano Victorino vivió las virtudes en grado heroico durante su vida. Quienes tuvieron la dicha de caminar a su lado cada día, recordaran al hombre callado, que a pesar de tantas dificultades sufridas hizo del Señor, la roca firme en que construyó su vida y sus obras (cfr. Mt 7, 24).
Después de introducir y clausurar su causa de beatificación en Puerto Rico, hubo que esperar para que se dieran otros muchos pasos en la Congregación de las Causas de los Santos. Finalmente, ya redactada la Positio, esta se presentó a un grupo de teólogos que finalmente, dieron su opinión sobre la vivencia de sus virtudes. Este decreto es el cierre de una etapa de trabajo perseverante y cuidadoso por parte de muchas personas.
El Hermano Victorino pertenece a la santidad lasalliana, pero también a la santidad de la Iglesia universal, porque al vestir el hábito lasallista en el lejano 28 de octubre de 1901, su vida fue cederse poco a poco a la voluntad de Dios que le iría trazando nuevos destinos en su ruta: Canadá, Cuba, Estados Unidos, Puerto Rico. Por lo cual, el decreto de Venerable alcanza a cada ex alumno o federado, a cada Hermano o comunidad lasallista que le conoció o le conocerá.
Con otras herramientas y otro contexto, el Hermano Victorino fue un hombre de hacer “lío” en la Iglesia y la sociedad. Lástima que su obra es prácticamente desconocida para muchos más jóvenes que no vivimos a su lado tantos momentos diversos.
El Venerable Hermano Victorino es un guiño joven para la Iglesia de hoy.

 Manuel Bonet Ochoa 


jueves, 11 de abril de 2019

¡El Hno. Victorino es Venerable!


Hace cincuenta años, en el viejo misal de mi bisabuela se escondían algunas estampas: entre olas la Virgencita de la Caridad del Cobre, un san José con el niño, san Antonio de Padua y un San Juan Bosco.  Claro, no faltaba san Francisco Javier, el apóstol misionero ni tampoco el arzobispo de Santiago de Cuba, san Antonio María Claret.

Hoy, el devocionario cubano, se ha enriquecido y en mis manos tengo las estampas del venerable P. Félix Varela Morales, del héroe de la caridad, el beato José Olallo Valdés,  del joven agustino José López Piteira que no quiso abandonar su comunidad para salvar su vida de las balas comunistas españolas, del ya venerable P. José Vandor Puchner, salesiano, de la sierva de Dios Ma. Francisca Yáñez, religiosa Filipense Misionera de la Enseñanza,  la venerable sor Ma. Soledad Sanjurjo Santo, religiosa Sierva de María  y últimamente, el Hno. Victorino de la Salle, hace unos días ya declarado Venerable.  


Por la isla caminaron en estos cinco siglos de evangelización y conquista numerosos santos, de algunos de ellos y ellas he hablado en otros momentos.  Mártires: Carmelitas, Vicentinos, Salesianos, Escolapias, Hermanos de La Salle, Pasionistas, Siervas de María y otros muchos. Claro, faltan muchos por mencionar, pero no quiero ignorar a los dos siervos de Dios, Mons. Eduardo Boza Masvidal, obispo auxiliar de La Habana (+ 2003), Mons. Adolfo Rodríguez Herrera (+ 2003), arzobispo de Camagüey. No quiero ignorar a Mons. Agustín Román, obispo y párroco de la Ermita de la Caridad del Cobre (+ 2012), de quien espero pronto se pueda abrir su causa de canonización.

El decreto de Venerabilidad del Hno. Victorino de la Salle, dado el 6 de abril de este año, es un momento para alegrarnos con el Señor por el don reconocido de su santidad. Una confirmación de una vida cristiana marcada por la heroicidad de las virtudes teologales, cardinales y propias de su estado.  

Por lo cual, es tiempo propicio de nuevos estudios sobre su persona, su obra catequística, su participación eclesial que no solo se reduce a la fundación de la Acción Católica Cubana, su vida religiosa como religioso Hermano de las Escuelas Cristianas.

Poder decir hoy “¡El Hno. Victorino es Venerable!” ha implicado varias décadas de difusión, estudio, compilación de documentos y testigos. Ojalá que pronto podamos verlo beatificado, pero para ello debemos rezar, confiarle nuestros problemas y los de otros para que pronto llegue el milagro que haga avanzar su causa.

miércoles, 25 de octubre de 2017

Empezamos la cuenta regresiva....


El próximo 15 de noviembre de 2018, se reunirá en la Congregación para las causas de los santos, el Congreso teológico para la discusión y análisis de la Positio super virtutibus del Hermano Victorino de La Salle, por lo cual dentro de poco empezaremos a contar de manera regresiva la añorada fecha.




¿Qué podemos hacer como ex - alumnos y federados, devotos, familia Lasallistas? Rezar.

Unirnos todos como uno solo y pedir confiadamente al Espíritu Santo que guíe las mentes de aquellos teólogos que después de analizar la Positio, opinarán sobre su vida, virtudes y fama de santidad de aquel Hermano callado que conocía a todos de nombre y rostro en el colegio y en la Acción Católica.

Acercarnos como familia a la Santa Misa y a la Confesión. 

Confiemos a María de la Caridad de Cobre el Congreso Teológico como un momento de nuestra historia patria.

Vivamos este momento en un clima de oración y esperanza, pues sólo podemos rezar y esperar.

Manuel Bonet Ochoa.