lunes, 10 de agosto de 2015

Madre del Vaticano II nacida en Cuba

El Concilio Vaticano II fue un don del Espíritu Santo a la Iglesia. En la segunda sesión del mismo, el 22 de octubre  de 1963, el cardenal Leo Josef Suenens, Arzobispo de Bruselas, habló de los laicos. Se refirió a los dondes de gracia y carismas otorgados a ellos y luego hizo referencia particular a los carismas presentes en las mujeres;  hizo un llamado a que se incrementara el número de auditores laicos para incluir también a mujeres “que constituyen la mitad de la humanidad.




El 8 de septiembre de 1964, Pablo VI comunicaba a un grupo de religiosas “Hemos dado disposiciones para que también algunas mujeres calificadas y devotas asistan, como Auditoras, a muchos de los ritos solemnes y muchas de las congregaciones generales de la próxima Tercera Sesión…. diríamos  que a aquellas Congregaciones donde las cuestiones que se discutan puedan interesar particularmente a la vida de la mujer". Finalmente participaron en todas el resto de la tercera y cuarta sesión del Concilio, con gran participación en el documento sobre los laicos y la elaboración de la Gaudium et Spes. 

El periódico ABC el 17 de noviembre de 1965, publicaba un artículo titulado: UNA CORUÑESA EN EL CONCILIO, del cual publicaré algunos datos que me llamaron la atención ciertamente, sobre todo por el origen cubano de una de las Madres auditoras del Vaticano II. 

M. Cristina Estrada, auditora del Vaticano II


LA MADRE CRISTINA ESTRADA, AUDITORA EN EL VATICANO II

 Fue en septiembre de 1964 cuando las agencias difundieron la noticia de que Su Santidad el Papa se había dignado dar paso a la mujer en las tareas del Concilio Vaticano II y nombrar a quince auditoras, procedentes de nueve naciones; ocho de ellas, religiosas, seglares, las restantes. Y entre todas, dos españolas: doña Pilar Bellosillo, presidenta de la Unión Mundial de Organizaciones de Mujeres Católicas, y la madre Estrada, superiora general de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús.
De la meritísima personalidad de doña Pilar Bellosillo dio cuenta la Prensa madrileña; de la singular figura de la madre Estrada, nada especial dijeron los periódicos gallegos…
Porque la madre Estrada, es gallega. De lo que mucho ella se aprecia; como también de ser coruñesa, no obstante su accidental cuna habanera. Pues la muy reverenda madre Cristina Estrada Carreras – Presas, que nació en la capital de la Cuba entonces española el 29 de abril de 1891, fue traída tan sólo cuarenta días después a La Coruña.
En el cristianísimo hogar del matrimonio formado por Don Félix Catoyra, médico militar, y doña Cristina Carreras – Presas, primero en la rúa Nueva, después en la plaza de Azcárraga, más adelante en la calle de Juana de Vega, discurrió su infancia. Su colegio fue el de las Madres Terciarias, en la calle de Rubine, y, siguiendo las vicisitudes administrativas del padre, residió también en Segovia y en Alicante.

ESCLAVA DEL DIVINO CORAZÓN

Llamada por Dios a ser su sierva fidelísima, siendo joven de veintitrés años ingresó en el Instituto de las RR. MM. Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, en Gandía, donde, al cabo de los años, el 8 de septiembre de 1916 (pronto, sus “Bodas de Oro”) hizo la profesión temporal.
Quede la trayectoria de su vocación, y su fecundo servicio al Corazón Divino escuetamente señalada por estos cargos y estas fechas: prefecta del Colegio de Cádiz, superiora del Colegio de Barcelona, provincial de la provincia de Barcelona, instructora de tercera probación en la Casa Generalicia de Roma (1930). Y el 9 de mayo de 1932, a los cuarenta y un años de edad, el alto designio de superiora general del Instituto. Desde entonces, por añadidura, presidenta de la Unión de Superioras Mayores de Italia y, a continuación, presidenta de la Federación Italiana de Religiosas Educadoras. Un trienio en cada cargo. Y en 1964, la enaltecedora exaltación pontificia: Auditora del Concilio Vaticano II entre sólo quince mujeres de toda la cristiandad.
Y de 1914 a 1965, un colmado y fecundo medio siglo de apostolado y magisterio, a lo largo del cual no dejó de realizar algunas visitas a La Coruña: las últimas, en 1939 y en 1957, siendo ya madre general del Instituto.
Y en su pueblo apenas si la familia lo sabía.

LA MADRE CONCILIAR

De la madre Estrada escribió, no hace mucho, privadamente, persona de la familia: “Es de mediana estatura, muy activa e incansable; sencilla, dulce y, sobre todo, muy humilde. A pesar de las muchas ocupaciones de su cargo, escribe con frecuencia a su familia y la recuerda constantemente”.
Y en los primeros días de su dignidad conciliar, una madre de la misma Casa Generalicia, en Roma, notificó a la hermana residente en La Coruña.
“Le voy a contar su “plan” de cada día. Oye con nosotras, en casa, la misa de comunidad, pero sin comulgar en ella; pues lo hace luego en la misa conciliar. Toma algo líquido, calientito, después hace una adoración y … allá se va para San pedro. La acompañan dos madres, y, al terminar, la van a buscar otras dos, honor muy disputado y apetecido. Lleva en una cajita diminuta unos “bocaditos” para engañar el estómago, pues la mañana se le haría muy larga, y, a pesar de este alivio, que apenas se puede llamar así, llega con cara lánguida y cansada, pero feliz ella y nosotras.”
Y por iguales días, la propia madre Estrada, en carta manuscrita a su hermana confió:
“Es verdaderamente impresionante estar en la basílica de San pedro con tantos cardenales y obispos; yo me siento allí como una hormiga, pero con mucha devoción y amor a la Santa Iglesia. ¡Pobres los que no la conocen! Hemos de pedir por ellos.”


Manuel Bonet


sábado, 8 de agosto de 2015

Una escolapia mártir que trabajo en Cuba

Su muerte impactó a los milicianos. Herida de muerte, la confesión del martirio ¡Viva Cristo Rey!.  Su último gesto fue comentado por aquellos que le quitaron la vida.
La Beata María Luisa de Jesús Girón Romera, es testigo de la escuela escolapia en Cuba.



Beata María Luisa de Jesús Girón Romera

Nació: el 25 de agosto de 1887 en Bujalance, Córdoba, España.
Martirizada: 8 de agosto de 1936 en Valencia, España.
Beatificación: 11 de marzo de 2001 por S. Juan Pablo II.

Nací el 25 de agosto de 1887 fiesta litúrgica de mi querido San José de Calasanz, padre de las escuelas pías, pero eso lo sabría después, vale. Era la primogénita de la familia, cuatro niñas y claro, un niño a quien todas las hermanas queríamos como si fuera nuestro.  Mis padres trabajaban y poseían una posición económicamente  regular, quizás con algunas estrecheces pero en casa nos queríamos todos.

En 1891 ingresé como alumna externa en el colegio escolapio de la  ciudad.  Las religiosas  habían sido en su mayoría novicias de Madre Paula. ¿Qué quién es Madre Paula? Pues nada más y nada menos que la fundadora de las escolapias, religiosas al estilo de San José de Calasanz.  En el colegio sentía que me crecían alas, sobre todo en piedad y letras.  Allí conocí a Cristo, y pronto, pude acompañarle a la mesa eucarística.  No había asociación escolar escolapia donde no metiera mis narices.


Santa Paula Montal

Cuando salí del colegio, me enamoré de un chico que buscaba más fama y dinero que amores. Cuando supo que en casa no guardábamos  monedas a raudales, me dijo adiós. Algo en mi se quebró dentro, pero saben, Dios se vale de todo. Aquel amor primero ante el sagrario, vino a rondarme nuevamente y se valió de aquel rompimiento.

Mi corazón se sentía engañado y tampoco quería esconderme en un convento porque si.  Hubo tiempo para llorar y para discernir, al final, venció la gracia y solicité ingresar entre las religiosas del colegio. Quería ser escolapia.

Las religiosas me aconsejaron pasar algún tiempo en el colegio de Córdoba y medir mis fuerzas.  Allí pude decir junto al profeta: “Tú me has seducido y yo me dejé seducir…”. En el otoño  de 1915, el 21 de noviembre, ingresé en el noviciado de Carabanchel.

El 19 de marzo de 1916, tomé el hábito escolapio con el nombre de Sor María Luisa de Jesús.  El noviciado es un tiempo “fuerte” para descubrir el seguimiento de Jesús de Nazaret al estilo de San José de Calasanz y Madre Paula Montal. Tiempo de medir las fuerzas ante un estilo de vida basado en la pobreza, la obediencia y la castidad, a lo que se sumaba la vida escolapia: Piedad y Letras.  Al termino del mismo, el 31 de marzo de 1918, Pascua de Resurrección, emití mis Votos Perpetuos.

Bueno, después del Noviciado vienen los Votos Simples o Temporales, pero según nuestras Constituciones en aquellas calendas, a mí me tocaron Perpetuos. Claro eso se termino ese mismo año y todas las que vinieron después de mí hicieron Votos Temporales.

Me destinaron al colegio de Carabanchel entre marzo de 1918 y septiembre de 1919, después a Valencia  de septiembre a junio de 1920 y de allí, brinqué a  Cuba, donde recientemente se había inaugurado la presencia escolapia.

Mi obediencia decía Cárdenas, pero al llegar a La Habana, me destinaron al colegio de Nuestra Señora del Buen Consejo (1920 – 1929) en esta última ciudad.  Mi primera mesa para la clase de Lengua española, había sido un cajón de los usados para envases de latas de leche condensada y el aula, una pequeña azotea.  A las clases sumaba la preparación de los grupos de Hijas de María, Santa Infancia, Propagación de la fe y más tarde, la Acción Católica en sus inicios.  Al terminar el curso de 1929 me dieron nueva obediencia, ahora al colegio de Guanajay.  Era el primer colegio escolapio en Cuba y de allí salían muy bien formadas nuestras alumnas. Me empeñé en que nuestras maestras tuvieran sus títulos de magisterio para que dieran honor a nuestro lema: Piedad y Letras.   En 1931, la situación política del país sufrió un verdadero sismo, pero en medio de la inquietud mantuvimos nuestra presencia escolapia. En aquellos días, leía la vida del P. Miguel Pro, s. j., que me infundía fortaleza y animaba a otras hermanas a leerlo.  En 1934 cuando me disponía a validar mis estudios en La Habana, la obediencia me destinó a Valencia nuevamente.

Beatas Mártires Escolapias.

Después de las fiestas de la Asunción, me encaminé al puerto para embarcar rumbo a España. Al regreso, pude abrazar a mi madre y hermanos en el colegio de Córdoba. En octubre volví a las clases, pocas primero, pero tras las vacaciones de Navidad, volví a tomar todas las horas.

En Valencia, conocí los nuevos horrores de la República. Serena y jovial en medio de las incertidumbres, el 19 de julio de 1936 tuve que abandonar precipitadamente el colegio para refugiarme en el piso de la calle de San Vicente que habíamos preparado en caso de necesitarse.  Al piso me llevé la vida del P. Miguel Pro que leía y releía. 


El 8 de agosto de 1936,  al amanecer interrumpieron violentamente los milicianos, con la falsa acusación de que habíamos sido denunciadas y debíamos ir a declarar al Gobierno civil.  Salimos M. María Baldillou, M. Presentación Gallén, M. Carmen Gómez, M. Clemencia Riba y una servidora.  Nos condujeron a las playas del Saler. Con algunas de ellas había coincidido en el colegio en 1919. Ahora el Señor nos hacía coincidir nuevamente en el martirio.  Herida de muerte, levanté la cabeza para perdonen a aquellos que nos quitaban la vida, aún grité con fuerza ¡Viva Cristo Rey!

Manuel Bonet