jueves, 10 de septiembre de 2015

Sobre roca firme: Juntos hacia los altares II

P. Thomas Kevin Kraft, o. p. es autor de una obrita titulada Matrimonios santos: los santos casados como modelos de espiritualidad que puedes encontrar en internet. No tengo idea de cuando lo escribió, pero muestra un mapa de la santidad matrimonial que se registra prácticamente para países del primer mundo. En parte le agradezco el haberme interesado en este tema tan nuevo como rico: la santidad del matrimonio. 

Quiero presentarles a un matrimonio que llega del centro de Africa, un matrimonio marcado por la esclavitud, la dictadura de algunas y el anuncio liberador del Evangelio.

Sobre roca firme:  Luigi Wandete y Valerie Ama



Hoy, quiero entrevistar a un matrimonio africano, oriundo de la República del Congo. Son Louis Wandete y su esposa, Valérie Ama, testigos de la explotación y la esclavitud. La arquidiócesis de Krinjabo,  Costa de Marfil ha obtenido la aprobación para dar inicio a su causa de canonización.

Los encuentro cerca del Cardenal Lavigerie, apóstol de África.  Me acercó y les abordó, con la intención de obtener unas cuantas respuestas a mis interrogantes.

-       ¿Quiénes son? ¿De dónde vienen?

  • -       Me llamo Luis Wandete, provengo como mi esposa de lo que hoy llaman Costa de Marfil, del centro de África. Cuando nací me llamaron Oundete o Wandete que significa “que no conoció a su padre” quizás vendido como esclavo o muerto en algún encuentro con las tropas de Samory Touré, caudillo musulmán de la tribu dyula.  El nombre de Luis vino después.


  • -       Soy Valérie Ama y desconozco mi origen tribal, fui vendida como esclava y mi encuentro con Cristo tuvo sabor a resurrección desde el primer momento.


-       Me perdí, ¿qué pasó en su tierra que marca su historia con Jesús?

  • -       Para mí – habla Luis -, la infancia transcurrió en medio de las tradiciones propias de mi tribu, pero el ataque de Samory a mi aldea, su destrucción como resultado de su incursión bélica me hizo huir como muchos más, los que fueron tomados prisioneros, fueron vendidos como esclavos. Mi madre fue capturada y vendida.  Me escondí y pude escapar, después de meses, me encontré con un grupo de soldados franceses a los que acompañé y me condujeron a Gran – Bassam, ciudad costera  y un poco capital económica del país. Allí conocí al P. Bedel, Misionero de los Padres Blancos.  El me mostró a Cristo en la cruz y desde entonces todo tuvo sentido para mí.

  • -       Olvidé mi historia, mi nombre, mi tribu cuando fui robada y vendida en el mercado de esclavos de Krinjabo - dice Valerie. Mi amo me maltrataba constantemente y en un intento de deshacerse de mí, me ofreció como parte de un sacrificio funeral.  Pude escapar y fui acogida por un matrimonio europeo.  Cuando ellos regresaron a su tierra natal, quise acompañarles, pero el señor no lo permitió y con un salvoconducto camine hacia Gran – Bassam, eran ochenta kilómetros entre ambas ciudades. En la ciudad fui acogida por las Misioneras de Nuestra Señora de África o Madres Blancas,  a quien me encomendaba mi benefactora.

-       ¿Entonces  ya creían en Jesús?

  • -       No, P. Bedel quería que alguien le acompañara en sus visitas a las diferentes aldeas y yo le servía de intérprete. Traduciendo su mensaje conocí a Cristo Jesús y poco a poco, su mensaje me fue atrayendo.  En la misa de Navidad de 1898 pude recibir el sacramento del bautismo.  Ese día me llamaron Luis como san Luis Gonzaga.

  • -       Las Madres Blancas respetaban nuestras creencias y si alguna quería bautizarse lo hacían, pero nunca nos obligaban. En mi refugio aún sufrí la incertidumbre del reclamo de mi antiguo amo, pero no regresé con él. Quedé a la custodia de las religiosas y cuando estas se trasladaron a la misión de Dabou, las acompañé.  Para mí el bautismo llegó en  1902, era el 3 de abril y ese día, pude acercarme a comulgar por primera vez. En ese mismo año pude confirmarme el 18 de mayo.  En la misión conocí a Luis y nos casamos.



-       ¿Cómo vivieron su matrimonio entonces?

  • -       Con la Iglesia – afirma Luis -, pues un año después de casados el P. Bedel nos pidió que le acompañáramos a la fundación de la misión de Korjogo. Nos establecimos en Village de la Libertè, un poblado para esclavos libertos a pocos kilómetros de la misión.

  • -       Ayudábamos en todo lo que se necesitara, limpiábamos el templo, visitábamos enfermos, dábamos catequesis en los poblados, siempre tras las huellas del P. Bedel.  Fui la madrina del primer bautizado en nuestra iglesia de Korjogo, pero para mí, fue como asumir la maternidad de todo cristiano en ella.

-       ¿Cómo actuaron durante la Primera Guerra Mundial?

  • -       Cuando los misioneros fueron expulsados, mantuvimos la débil llama de nuestra fe – dice Valérie. No éramos una nación cristiana, convivíamos en la misma nación con musulmanes y  hombres y mujeres con tradiciones paganas.

  • -       Por eso nuestras acciones eran cuestionadas y necesitábamos del apoyo de la comunidad y de Dios nuestro Señor. Abríamos las puertas del templo, tocábamos la campana, rezábamos el rosario, contábamos una y otra vez las acciones de Jesús. Solo nos faltaba la presencia eucarística. Cuando los misioneros regresaron, nuestra fe seguía siendo una en Dios Trino.

-       ¿Por qué la medalla Luis? ¿Fuiste acaso militar?

  • -       Si, soldado de Cristo – ríe Luis -, cuando los misioneros regresaron los cristianos contaban que gracias a mi fe y a Valèrie se mantuvieron fieles al mensaje de Cristo.  Por eso, el 8 de febrero de 1925 el Santo Padre Pío XI me hizo llegar la medalla “Benemerenti” como recompensa de nuestros servicios hacia la Iglesia. Hoy la reciben  los Guardias Suizos al termino de sus tres años de servicio.  Después del regreso de los misioneros me pidieron que continuase como representante de la comunidad cristiana católica ante los líderes musulmanes y tribales.


-       ¿Qué fue la muerte?

  • -       El último despojo de todo afecto, perder a mis hijos, perder a Valérie en los primeros días de enero de 1949.  Cuando la hermana muerte me llamó a su presencia, mis manos estaban vacías y en su abrazo me dormí el 2 de marzo de este mismo año.


Creciendo la fama de santidad de ambos cónyuges, el obispo de Korhugo, solicitó a la Congregación de la Causa de los Santos, la apertura de la causa de beatificación, el 18 de noviembre de 1994, lo cual fue concedido el 16 de diciembre de 1994.

Manuel Bonet Ochoa


martes, 8 de septiembre de 2015

Sobre roca firme: Juntos hacia los altares.

Se acerca el sínodo de los obispos, nuevamente el tema del matrimonio será tema de discusión por pastores y expertos en el tema. Durante su celebración ha habido numerosas aportaciones y el Papa Francisco ha pedido que las reliquias de los matrimonios que la Iglesia ha reconocido como beatos acompañaran las sesiones del mismo.  Se trataba de los beatos Luigi y María Luisa Quattrocchi, los beatos Louis y Celia Martin y su hija, Teresita de Niño Jesús, carmelita descalza y doctora de la Iglesia, por quien el Santo Padre manifiesta singular devoción.

He buscado en numerosa bibliografía, aquellos matrimonios que podemos llamar canonizables. En los últimos cuatro siglos, he podido encontrar solamente 24 causas de beatificación, algunas muy adelantadas. De ellos y ellas quiero escribir en las próximas entradas, aun cuando sobre algunos no hay datos o son prácticamente  desconocidos. 


Tapiz de la ceremonia de beatificación.


BB.  María Luisa Corsini de Beltrame y Luigi Beltrame Quattrocchi

Se acerca la clausura del Sínodo de las Familias en Roma, y se ha confirmado la canonización del matrimonio Celia Guerin y Louis Martin, padres de santa Teresita del Niño Jesús.  Algunos hablan de la ausencia de los matrimonios en los altares, y aunque es cierto, creo que existen matrimonios que juntos caminan a los altares y me he comprometido a buscarles y ofrecerles algunas entrevistas.

Los primeros que busco en los corredores del cielo, son a los esposos María y Luigi, los primeros en ser beatificados como matrimonio en la Iglesia, el 21 de  octubre de 2001. Su beatificación fue una “singular confirmación de que el camino de la santidad recorrida juntos, como  matrimonio, es posible, hermoso y extraordinariamente fecundo, y es fundamental para el bien de la familia, de la iglesia y de la sociedad” dijo S. Juan Pablo II ese día.

-       ¿Quiénes son María y Luigi? ¿Cómo se conocieron?

-       Maestra y madre de familia de tres chicos y una chica, algo escritora y periodista; mujer de paz y de diálogo, tuve unos padres con caracteres difíciles, con muchas diferencias entre ellos, sin embargo, al poner la mesa, dentro de la servilleta de cada uno colocaba una hojita de olivo como invitación a sanar las rencillas diarias.

-       Abogado y padre de familia – dice Luigi  mientras sonríe-, conocí a María  en Roma, donde me había establecido. Enfermé de cierta gravedad en 1904 y María me envía una imagen de la Madona de Pompeya, aquel gesto me hizo pensar en la posibilidad de unir nuestras vidas a través del matrimonio.



-       ¿Cuándo se casaron? ¿Cuándo unieron sus vidas?

-       El 25 de noviembre de 1905, en la basílica de Santa María la Mayor de Roma, nos instalamos en la casa de los papás de María – sigue Luigi -, donde convivimos no solo con mis suegros, sino con los abuelos de ella.  Pudimos con mucha prudencia sentar las bases de nuestro matrimonio.

-       ¿Alguna dificultad en estos años?

-       Claro - responde María –, la llegada de los hijos fue un período de dudas e incertidumbre, el olvido de si mismo, la renuncia de muchas actividades para poder estar atentos a cada uno de los niños.  Primero llegó Filippo y luego Stefania, al quedar embarazada del tercero, Luigi viajó a Sicilia por unos días. Angustiada y sola, le escribí a mi esposo: “¿De dónde sacaré fuerzas para pensar en dos hijos, para soportar el cansancio físico y fisiológico del embarazo y de todo lo demás? Puedes creer que me siento realmente desesperada”. Pero la gracia de Dios que se renueva en cada persona a través de los sacramentos, me ayudó a reencontrarme conmigo misma y así llevé adelante el tercer embarazo.

-       Después de nacer Cesarino,  concebimos un cuarto bebé, Enrichetta, María comenzó a sufrir numerosas y violentas hemorragias – explica Luigi -, el médico que nos auxiliaba recomendaba la interrupción del embarazo. Ninguno quería eliminar la vida que crecía en su interior, así que dijimos ¡no!. El doctor, me dijo: “¿No se da usted cuenta de que, de esta manera, se va a quedar viudo con tres pequeños a su cargo?”.  La respuesta volvió a ser “no”, pues no existen razones aun siendo graves y dramáticas, que puedan jamás justificar la eliminación deliberada de un ser humano inocente. Finalmente, cuatro meses más tarde, nació la pequeña sin dificultades para ella y María.

-       Padres de sacerdotes y religiosas, ¿cómo vivieron el proceso vocacional de sus hijos en casa? 

-       Creo - dice María –, que para mí fue un momento de mucha dicha como madre, cuando Filippo y Cesarino nos dieron a  conocer sus deseos vocacionales hacia la orden benedictina.  Más tarde, fue Stefania quien les siguió por los mismas sendas de contemplación y al final, Enriquetta, como laica. Sin embargo, quien más lo sufrió fue Luigi.

-       Para mí – dice Luigi -, fue una sensación de vacío enorme.  La salida de Stefania  fue un desgarro, acostumbrado a la familia, veía que pronto nos quedábamos solos María y yo. El día de la toma de hábito de Stefania, arrodillado en la reja del coro, lloraba en silencio, consciente del sacrificio que el Señor me pedía.

-       ¿Algún reto después de la marcha de los hijos?

-       Pues hubo varios - confiesa Luigi –, volví a fumar, algo que detestaba María; después hubo un período de crisis espiritual, de celos con Dios, de miedo de Dios,  que sentía que me robaba a María. Más tarde pude reconciliarme con aquel Dios que nos unía más cada día, a cada paso.

-       En algún momento, pensamos en retirarnos a algún monasterio, pero descubrimos a través de la dirección espiritual que nuestro lugar, nuestra vocación plena y fecunda era la vivencia del uno para el otro, a través del matrimonio.

-       ¿Qué fue la beatificación?

-       Un gran regalo, un don que nos hacia el Padre.  Normalmente la santidad se expresa en la individualidad del hombre o la mujer que busca un ser transparencia de Dios en sus obras y ahora, el Papa decía que en el matrimonio, ambos cónyuges podían llegar a esa intimidad con Dios -  dice Luigi.

-       Fue una revolución para la Iglesia en gestos muy significativos: contar con sólo un milagro para ambas causas;  elegir el día de nuestro matrimonio como el día para celebrar nuestra memoria litúrgica; vernos allí juntos, en los balcones de San Pedro delante de miles de matrimonios que se habían convocado en Roma era una llamada de Dios para todos, para caminar juntos hacia el cielo.   
 

Oración a los  Beatos  María Corsini y Luigi Beltrame.

Dios todopoderoso, que has derramado portada la creación, reflejos de tu infinita belleza y bondad, haciendo el hombre a tu imagen y semejanza, tanto amas a quienes se entregan totalmente que nos los pones de modelos quieres que le veneremos y haces innumerables beneficios y milagros por su intercesión, por ellos y mediante tus siervos Luigi y María Beltrame te rogamos nos concedas (mencionar tu petición) y con ello una mayor correspondencia a tu amor. 

M. Bonet