Hemos caminado los últimos meses de la mano del siervo de Dios Hermano Victorino, maestro de muchos y amigo de miles. Hoy quiero hablarles de su Profesión Perpetua como Hermano Lasallista.
Le hemos visto avanzar tras su deseo de ser Hermano Lasallista. Desde sus años de escolar en el internado había soñado con Cuba y cuando llegó el momento de decidir si marchaba al noviciado para convertirse en un hombre interior según el modelo propuesto por Juan de La Salle, su respuesta fue unánime: me quedo con Dios.
Cuando termino el noviciado pudo irse a su casa, pues no tenía la edad canónica para emitir sus votos y aún así, tomó sus cosas y fue a donde la obediencia le enviaba, y por respuesta solo se le escucho decir: me quedo con Dios.
Al escuchar de su Visitador, Venerable Hno. Exuperien que la única salida para salvar la obra lasallista en Francia era la secularización, él decidió y decidido contesto: me quedo con Dios.
No necesito de un clavel en la solapa para echarse la tierra a la espalda y sonreír a un Dios que le enviaba a otras tierras, hacer suya la obra lasallista en Cánada y poder decirle a su madre que quedaba atrás; me quedo con Dios.
La Providencia le esperaba en Cuba, La Habana le recibió con un poco de perspicacia, pero aún así, su decisión fue una, me quedo con Dios.
Poco a poco se fue dando, gastando, haciendo fecundo su apostolado y finalmente pudo delante de su comunidad poder decir en voz alta me quedo con Dios y ese día hacerse uno con El. Aquel día en sus labios se escuchó una plegaria nueva, distinta: Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíriu Santo, postrado....
El 8 de Septiembre de 1913, cumplida la edad requerida, o sea la de 28 años, pronunciaba mis Votos perpetuos o sea la Profesión religiosa para la vida, ante el Smo. Sacramento expuesto en la humilde Capilla de entonces, un pequeño Salón trasnformado más tarde en librería. Fue en la festividad de la Virgen de la Caridad. (Hermano Victorino)
Manuel Bonet
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