El martes 16 de febrero de 1875, el periódico La época publicaba una pequeña nota:
Manuel Bonet Ochoa
“Con el Señor Conde de Valmaseda
van a Ultramar el señor obispo de Puerto Rico, su provisor don Pablo Buitrago,
secretario Díaz Caneja y fiscal eclesiástico D. Eugenio Lorenzo. Van también el
señor vicario sede vacante de Cuba, D. José Orberá, con su capellán el joven D.
Juan Navarro y Ojeda, que acaba de licenciarse en Toledo, y además ocho Siervas
de María con su superiora la conocida madre Victoria, que van a prestar sus
servicios de su ministerio para con los enfermos en Santiago de Cuba, donde se
proponen hacer una nueva fundación”.
Santa Soledad Torres Acosta Fundadora |
Aquella mañana en el muelle, Madre Soledad Torres Acosta, agitaba su pañuelo en señal de despedida por sus religiosas que marchaban a Santiago de Cuba, muy cerca de ella, el P. Angel Barra le acompaña. Era un viaje sin retorno y para la pequeña Fundadora, entre las lágrimas y los abrazos de despedida hubo unas últimas palabras de esperanza:
- "Adiós, hijas mías, hasta la eternidad".
El 17 de febrero el vapor Santander en que marchaban, tuvo una breve estancia y más tarde en pleno océano, unos días de tempestad y de susto, en que los mismos marinos daban ya sus vidas por terminadas. Mientras las religiosas hacían vida de convento en sus camarotes, mareadas todas, con excepción de Sor María Caridad Vieites que pude atenderlas.
- ¿Quiénes son estas monjas que van a Santiago de Cuba? - pregunta un marinero.
- Son las Siervas de María- le contesta otro que intenta organizar las vituallas.
Son las Siervas de María, Ministras de los enfermos que respondiendo al deseo de Mons. Obrera, gobernador eclesiástico de esta ciudad les ha pedido que vayan a cuidar a los enfermos allende el mar. Son Madre María Victoria Bugía, que viene como superiora, Sor María
Visitación Yagüe, primera Consiliaria y Económa; Sor María de la Piedad Santa
Olalla, segunda Consiliaria; Sor María del Rosario Carvajal, tercera
Consiliaria, Sor Expectación Alonso, secretaria; y con el cargo de Maestra de
novicias, Sor María de Santa Filomena García; Sor María Caridad Vieites, y Sor María del Sacramento.
Mons. Orberá y Carreón, gobernador eclesiástico de Santiago de Cuba y obispo de Almería |
El miércoles 3 de marzo llegaron a Puerto Rico y se trasladaron a San Juan para asistir a la toma de posesión de Mons. Juan Antonio Puig y Montserrat, O. F. M., que en altamar quiso una fundación en su diócesis. Se hospedaron con las Hijas de la Caridad que les atendieron con gran caridad.
El lunes 8 de marzo llegaron al puerto de Santiago de Cuba, eran como las seis de la tarde. Nunca se le había dado tal recibimiento a una religiosa en aquellos puertos. Aquella primera noche se hospedaron en la casa de la Sra. Rosario Navarrete. No imagino las plegarias de aquellas mujeres aquella noche ya en tierra firme. Cansadas pero ansiosas por estrenar su vida al pie de la cruz en aquellos parajes. Mucho habrían de sufrir, pero la semilla estaba echada.
Templo de los Desamparados y casa de las Siervas de María Santiago de Cuba |
El miércoles 10 de marzo fueron conducidas a su casa, al amparo de la Virgen de los Desamparados que velaba en aquella capilla. Había una escuela para niñas pobres de las que se tuvieron que deshacer temporalmente porque no había lugar.
Se abrirían otras casas a lo largo de la isla en el primer periodo de 1875 a 1900, más tarde se viviría el cierre violento de la mayoría de las casas, solo quedó la casa de La Habana. Fueron años de silencio y de pronto, las Siervas volvieron a Camagüey, Matanzas, Cienfuegos y Holguín reclamó su presencia, para compartir la pobreza del pueblo, como expresaba su primer obispo, Mons. Héctor Peña.
Hoy celebramos 140 años de su presencia en Cuba. Tierra de aventuras y contratiempos, de lucha y tenacidad, de hostilidades y amistades duraderas. Tierra de María que les supo acoger en todo momento durante estos 140 años.
Visita de las Siervas de María a Santiago de Cuba |
Que la alegría de Madre Soledad Torres Acosta al enviar a sus hijas a tierras de Ultramar, llene el corazón de sus hijas nuevamente al aventurarse cada noche al asistir a los enfermos.
Que la prudencia de M. Victoria Bugía, primera superiora en ultramar resuene en las nuevas superioras de las Américas.
Que la sabiduría de Sor María Visitación Yagüe, ecónoma, les permita alcanzar el cielo con los libros llenos de páginas de caridad.
Que la mansedumbre de Sor María de la Piedad Santa Olalla, sea el retrato de cada Sierva de María.
Que los acertados consejos se renueven en cada palabra de las Siervas a ejemplo de Sor María del Rosario Carvajal.
Que la inteligencia de Sor Expectación Alonso como secretaria se renueve en las comunidades y que el amor sea la primera y última palabra de los archivos.
Que las maestras de novicias y formandas vivan en el gozo y la esperanza que albergó Sor María de Santa Filomena García, primera maestra de novicia de ultramar cuando las hubiera.
Que la fortaleza de Sor María Caridad Vieites al reanudar las obras escolares y no soltar la portezuela del coche que las empujo al vacío sea común virtud en todas las Siervas.
Que la piedad de Sor María del Sacramento sea como campana que repica en la cama de cada enfermo asistido, Dios es amor hermano, Dios es amor hermana.
Alégrense porque a través de 140 años la caridad ha reinado en los corazones de las Siervas de María en Cuba.
Manuel Bonet Ochoa