Uno
de los recuerdos más gratos de un Hermano Lasallista es la toma de hábito,
momento en el cual comienza a formar parte del Instituto. El H. Michel Sauvage
en La frágil esperanza de un testigo
al referirse a este momento expresa: “partir
para un aspirantado, o seminario menor, era visto corrientemente como una
opción de vida. A fortiori la toma de hábito, a los 18 años frecuentemente, y
más temprano entre los Hermanos, era vista como un compromiso definitivo”
(Cfr. p. 46). Hay mucho de sueño y promesa en
esa celebración antes del Concilio Vaticano II de carácter privado y hoy,
vivida con el pueblo de Dios en medio de la Eucaristía.
He tratado de conseguir algún
detalle de esta ceremonia a inicios del siglo XX, sin embargo, no me ha sido
posible encontrar un ritual de esta época o detalles sobre la misma. He podido
leer el esquema de la toma de hábito de 1964, probablemente con algunos
cambios, pero el centro sigue siendo el mismo, el revestirse del hábito de
Hermano de las Escuelas Cristianas.
Toma de hábito. Cortesía del Hno. Alejandro González Cerna. |
La toma de hábito se iniciaba con
el retiro que le antecedía. Una semana de encuentro con Dios, cara a cara. La
víspera de la ceremonia se hace aún una sencilla oración en la capilla del
Noviciado llamada “vela de armas” presidida por el Maestro de Novicios. Al día siguiente, se realizaba la ceremonia
con carácter privado, presidida esta por el Hno. Visitador a nombre del Hermano
Superior General. En este caso, fue el Hno. Exupérien[1]
(1829 – 1905), Asistente y Visitador de los Distritos de París y Le Puy, quien
presidió la ceremonia.
El H. Exupérien tiene fama de
santo, para unos Hermanos es excesivamente riguroso, exigente y poco sensible,
para otros fue un maestro de energía espiritual o un renovador espiritual. En todo
caso, era un Hermano según el espíritu del Instituto.
Venerable Hno. Exuperien Mass. |
Después del canto del Veni
Creator, se realizaba un interrogatorio común a los quince postulantes que
iniciaban el noviciado. Una vez expresados sus deseos de perseverar en su
vocación ante los Hermanos que asistían a
esta ceremonia, se les iba llamando uno a uno en compañía de su padrino de
hábito. En su caso, fue su padrino, el Hermano Director de la escuela
lasallista de Coubon.
En alguna habitación cercana, se
revestía el joven novicio, sotana negra con cuello o rabbat blanco, una
carterita para llevar un tomo que incluía el Nuevo Testamento y la Imitación de
Cristo, un rosario de seis decenas para
llevar en algún bolsillo y un abrigo de mangas grandes, completaba el hábito un
solideo negro y para salir, el típico tricornio. Aquí está la corteza del
Hermano Lasallista, ahora falta que el tronco sea la de un hombre interior como
pedía San Juan Bautista de La Salle, y esto será poco a poco, sin prisas.
Mientras su padrino le ayuda a
revestirse, le repita una frase del Fundador: “Desde que se usa este hábito, cuando se solicita ingresar en ella, no
se tiene otra idea que la de incorporarse a una comunidad para permanecer en
ella el resto de la vida”. El joven escucha y en su corazón, se va formando
un grito, un por siempre, para siempre, Señor.
Al ingresar a la sala nuevamente,
el Hermano Exupérien, le daría un nombre nuevo: Hno. Nymphas Victorin, nombre
que con los años sería cambiado por el conocido Victorino o Vitico por los más
pequeños. Su distrito Le Puy daba como nombre
religioso nombres que empezaran con la letra N…. por eso le llamarían así.
La bendición del Santísimo y el
canto del salmo 132 daban por terminada la sencilla ceremonia. En mi época cantábamos
emocionados en francés, el himno de San Juan Bautista de La Salle,
probablemente los Hermanos todos juntos
Manuel Bonet
[1] En
1922 fue introducida su causa de canonización en la diócesis de París.
En 1990, fue declarado Venerable por S. S.
Juan Pablo II.