El Hermano Victorino era muy parco o sobrio para hablar de él, de su vida, algunas confesiones suyas ya anciano permiten trazar un boceto de su vida y obra. Probablemente la raíz de este silencio sobre sí, se la debamos a la Regla Lasallista que mencionaba la ausencia de comentarios sobre los religiosos (Cfr. RC. 6,7) La mayoría le recuerda como el líder de la juventud cubana en la primera mitad del siglo XX, pero muy pocos le evocan como el maestro lasallista que se entregó a nuestra juventud por más de cincuenta años sin interrupción.
“Llegamos a La Habana el 10 de septiembre de 1905…Tres días antes había
cumplido 20 años. Y heme aquí con todas las ilusiones de los 20 años, un
panorama y un campo nuevo, desconocido”, así se expresaba el Hermano Victorino
muchos años después, sobre el inicio de la obra lasallista en Cuba (Cfr.
Morales, p. 30).
El realismo del Hermano Victorino es sorprendente, los religiosos de aquellos años sabían que no había un retorno a su tierra natal. Cuba sería su nuevo hogar. Un hogar que se abría a la experiencia de la libertad y que lentamente empezaba a construir su futuro. Aún cuando estaban preparados para asumir la nueva realidad, muy probablemente les embargaría la nostalgia por el terruño, sin embargo como él mismo llegó a contar: “A la pobreza y a las incomodidades del comienzo, todos pusimos cara
risueña”. “Con solo unos rudimentos de español, nuestros comienzos fueron duros, y
poco a poco el Colegio fue adquiriendo fama” (Cfr. Morales, p. 32)
Colegio La Salle del Vedado. |
Tenían pocas herramientas para empezar y
llevar a buen fin la obra comenzada, pero, lo lograron. En poco tiempo
las obras escolares se multiplicaron en esta primera década, extendiéndose
hacia el resto del país: el Orfanatorio – Escuela San Vicente de Paúl en Guantánamo (1906), el Colegio “La
Natividad” en Sancti Spíritus y el Colegio San Julián en Güines (1907) y finalmente, el Colegio “Nuestra
Señora de la Caridad” (1908).
El desgaste ocasionado en los
primeros meses, unido al cambio de clima, de costumbres y de alimentación
generó en el Hno. Victorino “un delicado estado de salud”, según Morales (Cfr. p.
32), por lo cual fue trasladado al
recién abierto Colegio San Julián en Güines.
Manuel Bonet
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