El 14 de septiembre de 1905,
abrían sus puertas los dos colegios lasallistas:
Escuela del Niño de Belén. Dos salones junto al Colegio de
Belén dirigido por los Padres Jesuitas. La escuela gratuita será independiente
de la obra jesuita aunque será costeada por ellos. La comunidad estaba formada
por los Hermanos: Hadelin Marie, Director; M. Adrias; Sulpicio, Enrique José y
Alfonso. Asistían a misa en la Iglesia de Belén. Los Hermanos vivirían en una
casa alquilada en la calle Luz, próxima a la escuela.
Colegio de Idiomas y Comercio “San Juan Bautista de La Salle”.
Abrirá con 4 clases y el H. Adolfo Alfredo será su primer Director. Cada clase
tendrá su Hermano titular: Victorino, René Gustavo, Hioram Jean, Arsenio,
Sergio y René Edmundo, mientras el resto serían profesores de especialidades:
H. León, Ciencias Naturales; H. Rogatian, inglés; y el H. José Casiano enseñaba
el catecismo de clase en clase, haciendo cuentos a los chiquitos. Asistían a
misa en la Iglesia Parroquial de los PP. Dominicos.
Uno de aquellos primeros alumnos
De La Salle del Vedado escribirá después:
“Nunca antes en ningún colegio, habían visto los ya expertos aquellos
cristales, por ejemplo, que interrumpían la continuidad de los muros, detrás
del elevado buró del maestro, y que nos dejaban ver, al otro lado, la espalda
del profesor de la clase contigua. Nunca antes habíamos visto por aquellas
latitudes Curas como aquellos vestidos con negras sotanas, tan rectas, ni que
usaran cuellos tan blancos, a modo de baberos. Nunca antes se había hecho
vestir a los alumnos con aquellas batas o delantales azules que a nosotros nos
pusieron. Nunca antes colegial alguno en Cuba había escuchado el apremiante
“!Tic, tic!” de aquellos curiosos palitos (la señal) que usaban los Hermanos…
Luego había el acento francés que a muchos de nosotros no hacía gracia
con que hablaban el castellano la mayoría de aquellos Hermanos. Entre los diez
que comenzaron a laborar en el Vedado, uno tan solo hablaba nuestro idioma a
perfección: era un individuo gordo y colorado, de ojos pequeños y dulces, y
bondadosa sonrisa. Después supimos que se llamaba el Hermano Casiano, nombre
poco vulgar, que al principio nos causó risa con tanta frecuencia…
Además de ese Hermano gordo, había uno flaco y alto que no hablaba
apenas el castellano. Aunque estaba con los mayores, pronto supimos todos que
era canadiense y que se llamaba Rogatian, siendo su especialidad el Inglés, las
Matemáticas, la Contabilidad y los Deportes pues jugaba muy bien el Base –
Ball. Estaba, por supuesto el H. Adolfo Alfredo: ese también hablaba muy bien
el español, y parecía un diplomático, tanto por su aire atildado y distinguido
como por su exquisito trato. Este pasó en seguida al puesto de Visitador, y lo
vimos después muy de tarde en tarde. El resto de los Hermanos nos parecieron un
montón de jovencitos; especialmente dos de ellos que reunían a los pocos años
una baja estatura. Eran el H. Cesáreo y el H. Sergio, y la vida nos ha
demostrado después que eran grandes.
Los demás Hermanos que fuimos conociendo no eran ni flacos ni gordos,
ni bajos ni altos. Estaba el H. León; que más tarde se distinguiría como Sabio
Botánico, cuya fama recorre el mundo; el H. Victorino, piadoso y genial
fundador, años después, de la Juventud Católica; el H. Edmundo, autor de muchos
de los planos del actual edificio del Colegio de la calle 13; el H. Juan, recto
y enérgico; el H. Arsenio, cuya profunda voz amedrentaba a los pequeños hasta
que no lo conocían bien, como pasaba también con el H. Gustavo, tal vez el
menos joven del grupo, quien enseñaba dibujo a perfección, y exclamaba como un
trueno: “¡Turrúndela!” y “¡Sapristi!”, entre bravo y risueño, cuando sus
alumnos lo provocaban con sus torpezas artísticas o con sus rebeldías criollas”.
(Boletín de la Fraternidad de Antiguos Alumnos De La Salle, julio – diciembre
de 1951, Año VIII, No. 23 y 24.)
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