En medio de tanta incertidumbre
como provocaba la secularización y el exilio, se convoca en el Instituto, un
nuevo capítulo general en mayo. El H.
Reticius es nombrado Asistente para París, Canadá y México, por lo cual las
obras lasallistas cubanas todavía bajo el gobierno canadiense, quedan bajo su gobierno.
Hasta el Canadá, llega el Hno.
Adolfo Alfredo. Todos le preguntan sobre Cuba, todos quieren saber más y más
detalles de primera mano de la maravillosa isla donde van a trabajar, “la más
hermosa tierra que ojos humanos vieron” y él, complaciente les explica, les
habla del clima, de las costumbres del país, del fervor patriótico que ha
podido observar, del carácter alegre del cubano, de su hablar tal vez demasiado
alto, de su agilidad mental, y el rápido poder de captación que se observa en
el cubano. Les habla de la gran preocupación del Sr. Presidente de la República,
por la enseñanza, y el impulso que estaba dando a las escuelas públicas, y cómo
era querido y respetado por todos aunque le temía a la idea de ir a la
reelección. Les habla de la hospitalidad recibida, de como el Sr. Obispo ha
sido un padre para él, y lo va a ser de todos los Hermanos, pues siente
especial simpatía por el Instituto. Les explica detalladamente de todas sus
gestiones, de los dos colegios que se abrirán, que gastó todo el dinero que
pudo obtener en acondicionar la casa del Vedado, y no le ha quedado nada para
acondicionarlos a ellos debidamente. Dormirán en las que fueron caballerizas,
sobre paja, y esta perspectiva, lejos de amilanar a aquellos jóvenes
entusiastas y abnegados, les pareció un atractivo más... (Cfr. Manuel R. de
Bustamante. Los Hermanos “Cubanos”, 3p En: delasallealumni.org/llegadaacuba/LLegadaACuba-LOSHERMANOSCUBANOS.)
Manuel Bonet
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