Celebramos hoy, 28 de marzo de
2015, el V Centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús y aunque de ella
podemos hablar mucho, quiero escribir de mi encuentro con ella.
Para un cubano nacido en su
tierra, en la década de los años 80, no iba a ser fácil encontrarse con Teresa
de Jesús. Sin embargo, en medio de los mítines, marchas de todo el pueblo,
domingos de la defensa y simulacros de ataques aéreos y químicos andaba el
Señor.
Un primer momento de esta amistad
teresiana, surgió a través de las imágenes fotográficas que mi párroco, Carlos
de Jesús Céspedes Serrano me compartió de su viaje a Ávila. Eran cuantas fotos
del convento teresiano: la cocina, la celda. En aquella ocasión hubo un libro con muchas fotos sobre el
contexto teresiano de ayer y hoy.
Sin embargo, aquellas imágenes me enamoraron de Teresa la de Jesús.
A Santa Teresa se le encuentra a
través de los libros y quizás por eso, la encontré de la mano de otra conversa,
Edith Stein. La discípula me llevó a la maestra, y así su búsqueda de la verdad
en una noche me hizo descubrir a una buscadora incansable de verdades. Eran ya avanzados los años 90. La lectura de la conversión de la Dra.
Stein, me hizo leer a Teresa. Vino
a pequeños bocados, como si
necesitara tiempo para poder disfrutarla; primero, fue a través de textos
breves y rítmicos, sus Poesías: Vivo sin vivir en mí, Nada te turbe,…. Después
a través de la literatura cubana, fui identificando rasgos teresianos en las
yemitas de Fina García Marruz, y en la poesía de Dulce María Loynaz; el
encuentro con sus discípulas Ana de San Bartolomé, San Juan de la Cruz, Santa
Teresita del Niño Jesús, para finalmente, poder leer a Santa Teresa en los años
universitarios.
En esa época escribí un ensayo
largo sobre Teresa y su devoción a san José, que terminé quemando por no ser
importante. Hacía un análisis in crescendo de su devoción a través de sus
escritos.
Me hallaba yo en el último año
del postulantado lasallista, cuando mi director en ese año, me tendió sin
aspavientos, un ejemplar de Las Moradas. En aquella casa debe quedar un
ejemplar subrayado una y otra vez, que durante aquel año me acompaño como
lectura espiritual y tema de entrevistas quincenales antes de hablar de mi vida
en comunidad.
Sin ser experto en Teresa, en el
noviciado pude disfrutar largamente de su influencia en la escuela de
espiritualidad francesa: Bèrulle,
Sales, La Salle. Intencionalmente
me daban los temas relacionados con ella para desarrollarlo en las
conferencias sobre lasallismo. Algún material digital tuvo que quedar de esa
época. En que probablemente Teresa
como maestra espiritual me ayudaba a rezar.
Hoy, Teresa me sigue cautivando,
cada nuevo libro que se escribe sobre ella nos acerca más a su vida y su
contexto, para mí, una lección es causa de su magisterio: “entre los pucheros
anda Dios”. Buscando la verdad, la encontré a ella, que con tan pocas palabras,
me ha mostrado la cercanía de un Dios que como decía Sartre: “se parece a mí”.
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