En Quintana del Pidio, provincia de Burgos nací un 18 de junio de 1833.
Hijo de Ambrosio Sancha y Baltasara Hervás. Ante una muerte pronta, un vecino del pueblo con el “agua
del socorro”, le robó al párroco el privilegio del bautismo.
Mi herencia fueron los callos en las manos de mis padres pues siempre
fuimos campesinos pobres sin hacienda ni propiedades.
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Beato Ciriaco María Sancha y Hervás. Tapiz de la beatificación. |
Algo descubrió mi padre en mi que me permitió tomar clases de latín y de
gramática, lo que me permitió con la ayuda del párroco ingresar en el Seminario
de Santo Domingo de Guzmán en Burgo de Osma (Soria). Por mis resultados y mis
actitudes obtuve una beca que me permitió ampliar los estudios sacerdotales. El
27 de febrero de 1858 fui ordenado sacerdote. Aún recuerdo las palabras del celebrante y el óleo oloroso
en mis manos, lo rápido que se agita el corazón cuando las manos de los
presbítero se imponían en mi cabeza, junto a una gran certeza: “portas un
tesoro en una vasija de barro”.
En septiembre de 1861 obtuve el título de licenciado en teología en el
Seminario Pontificio de Salamanca y al año siguiente dejé España, y partí como
Secretario de Mons. Primo Calvo Lópe, nuevo Arzobispo Santiago de Cuba.
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Anillo y pectoral del Beato Ciriaco María Sancha. http://www.architoledo.org/centenario_sancha_blanco/exhumacion_sancha/slides/006.html |
En 1868 en Cuba estalla la Guerra del 68: los criollos buscaban
independizarse del gobierno español. El caos, la proliferación de enfermedades
tropicales, la falta de alimentos y el aumento de heridos de ambos bandos, me
impulsó a buscar una respuesta a aquel contexto de misericordia. Dios que va
escribiendo derecho en renglones torcidos, me permitió conocer a través de la
reconciliación y la dirección espiritual a un grupo de señoritas que se
convirtieron en la semilla de las Hermanas de los pobres inválidos y niños
pobres, hoy Hermanas de la caridad del Cardenal Sancha.
En este período fui nombrado Vicario capitular sede plena, y viví el
cisma de la Iglesia de Santiago de Cuba cuando el gobierno español nombró
Arzobispo a un sacerdote sin contar con la Santa Sede. Aquella situación me
condujo a la cárcel y al destierro entre octubre de 1872 y abril de 1874. Al
concluir el cisma, continué con mi labor pastoral. De aquellos años fueron los
primeros tramites para lograr la unión de mis Hermanas de la caridad a las
Hermanitas de los Ancianos Desamparados, por lo cual estas se vieron en la
necesidad de trasladarse a la isla de Cuba y así, providencialmente, empezó su
expansión misionera en Hispanoamérica.
El 7 de julio de 1875 recibí el anuncio de haber sido presentado para
obispo auxiliar de Toledo con sede en Madrid, y ese mismo día contesté con un
gran fiat a la voluntad de Dios. Finalmente el 12 de marzo de 1876 recibí la
consagración episcopal de manos del cardenal de Toledo, asistido por los
Obispos de Ávila y Pamplona. Desde
aquel día, añadí a mi nombre de pila, el nombre de María, como expresión de mi afecto
y devoción.
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Solideo del Beato Ciriaco María Sancha. http://www.architoledo.org/centenario_sancha_blanco/exhumacion_sancha/slides/006.html |
Durante este período mi labor pastoral aumento al confiárseme la
animación pastoral de la vida religiosa de la arquidiócesis de Toledo, teniendo
encuentros con las diferentes y numerosas comunidades religiosas. Así conocí a
santa Vicenta María López y Vicuña que ponía las bases para la fundación de las
religiosas de María Inmaculada con un amplio apostolado entre las sirvientas y
personal de servicio doméstico.
En 1882 fui nombrado obispo de Ávila, mostrando mi mayor preocupación en
los sacerdotes y las vocaciones sacerdotales, principalmente de aquellos
jóvenes pobres que deseaban ser sacerdotes un día. Ellos deben ser la intención
más cercana al corazón de todo
obispo, porque la primera es el deseo de estar con Jesús sacramentado.
Preconizado como obispo de Santiago de Compostela, la mano providente de
Dios se manifestó de tal manera que fui nombrado obispo de Madrid – Alcalá. Confiado
en María Santísima, el 8 de diciembre de 1886 entré en mi nueva diócesis. En
1892 pasé a la archidiócesis de Valencia y dos años más tarde, fui promovido a
cardenal con el título de San Pedro “in Montorio” por mis perseverantes
trabajos apostólicos en Cuba, Ávila, Madrid y Valencia, pero lo que la bula no
decía es que mi trabajo episcopal tenía sus cimientos entre los pobres con
quienes compartía fe y vida.
El 25 de febrero de 1909 el Señor me llamó a su lado, pobre, pobre, el
cardenal de Valencia.
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Urna - relicario del Beato, en la Capilla de San Pedro, Catedral de Toledo. Fotografía David Garrido en www. preguntasantoral.es
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Manuel Bonet Ochoa