A las claretianas las conocí en 2005 probablemente, en su casa de formación en La Habana, trabajamos en la pastoral en Cuba y nos apoyábamos, a través de ellas conocí a Madre Antonia París i Riera.
Nació: 28 de junio de 1813
Murió el 17 de enero de 1885.
S. Juan Pablo II la declaró venerable el 23 de diciembre de
1993.
Cuando los franceses invadieron
Cataluña, mi madre, Teresa Riera huyó a tierras de Vallmoll. Me llevaba en su
vientre y en sus brazos a mi hermana Teresa, de tres años de edad. Mi padre,
Francisco París había fallecido hacia dos meses escasos. En medio de tanta desolación, el Señor
salió a mi encuentro.
Me bautizaron el 29 de junio, un
día después de mi nacimiento. Era la fiesta de San Pedro y San Pablo, a ellos debo mi deseo de ser iglesia,
de hacer iglesia. Me habría gustado cantarles: “San Pedro y San Pablo, unidos/ por un martirio de amor, /en
la fe comprometidos, /llevadnos hasta el Señor”; pero en mi pequeñez todavía no
era la hora de las poesías.
En una misión franciscana del monasterio de Escornalbou en
Tarragona, escuche dentró de mi, la invitación del Señor a seguirle. Tendría entonces catorce años y me
esperaría aún catorce años más para poder responder a aquella llamada. Eran
malos tiempos para pensar en la vida religiosa, pues las leyes prohibían la
apertura de los noviciados.
Finalmente en 1841 ingresé como
interna en la comunidad de la Orden de la Compañía de María Nuestra Señora de
Tarragona. Durante diez años me
dediqué a la enseñanza de la encajería, asimilando en mi vida el espíritu de
Juana de Lestonnac, nuestra fundadora.
Sin embargo, el primer año de vida religiosa, Jesús se manifestó ante mí
invitándome a fundar una Orden
nueva. Aquel encuentro me dejo
algo desconcertada pues apenas podía profesar como religiosa y el Señor me
quería como fundadora.
S. Antonio María Claret |
En 1850 tras la visita de la
Reina a nuestro convento de Tarragona, se nos permitió como excepción especial
el poder iniciar nuestro noviciado.
Mientras mis compañeras se entusiasmaban en la preparación de los
hábitos que usarían, yo vivía la angustia de no saber si el Señor me quería en
aquella casa religiosa. Animada
por mis directores espirituales, ingresé al noviciado y tomé el nombre de sor
Ma. Antonia de San Pedro.
Algún tiempo después deje el
noviciado y pude encontrarme con el P. Antonio María Claret, a quien pronto
nombraron arzobispo de Santiago de Cuba. Mientras tanto, en Tarragona
coincidimos algunas mujeres que hacíamos vida en común, orábamos y compartíamos
lo poco que ganábamos.
Claret nos invitó a fundar en su
arquidiócesis y el 15 de agosto de 1851 hicimos voto de no separarnos, cruzar
el océano si era la voluntad de Dios y obedecer en todo a nuestros superiores.
Nos embarcamos para Cuba el 22 de
febrero de 1852, el mar era nuestro claustro pues ni hábito portábamos. En
Santiago de Cuba abrimos nuestro colegio para niñas blancas y negras, pero
hasta en aquel gesto tan simple fuimos cuestionadas, pues las leyes que regían
en aquella tierra no permitían que ambas razas coexistieran. Las fiebres acosaban a la joven
comunidad y a los tres meses de nuestra llegada, falleció la hermana Florentina.
Sobre su cimiente surgió nuestra
pequeña comunidad religiosa. El 25
de agosto de 1855 por mediación de Mons. Claret escribimos a S. S. Pío IX para
pedirle nos bendijera y su aprobación. Firmábamos con el nombre de Instituto
Apostólico de la Inmaculada Concepción de María, aunque el pueblo nos llamaba “las
monjas de la enseñanza”.
Habitación de Madre Antonia en Reus. |
En nuestra casa de Santiago de
Cuba, acogimos como medio de reforma a las niñas que serían las futuras
mujeres. Buscamos que entre nuestras aulas y los hogares de las niñas, hubiese
una estrecha relación, y que lo
aprendido en la escuela fuera eficaz en el hogar pues “se enseñará a las jóvenes a trabajar toda clase de labores, a leer y
escribir, cuentas y gramática y todo aquello que requiere la buena educación de
una doncella que ha de llevar adelante su familia".
En 1859, Mons. Claret que había vuelto a España
como confesor de la Reina Isabel II, me pide que vuelva a mi tierra y funde una
nueva comunidad según el estilo iniciado en Santiago de Cuba. Nuestra segunda casa fue fundada en Tremp, en la diócesis de
Seo de Urgel.
Aquellas notas mías sobre la
Reforma de la Iglesia fueron presentadas al Santo Padre, Pío IX, con las firmas
del P. Curríus, de Mons. Claret y Mons. Caixal. El Santo Padre las desestimo, y
yo le resté toda importancia a esos borrones míos. Si Roma decía que no eran
viables para la reforma de la iglesia, porque yo me iba a obstinar en que así
fuera.
En 1867 pude fundar una nueva
comunidad en Reus, ahora con el nombre de María Inmaculada de la
Enseñanza. A esta le siguieron las
fundaciones de Carcaixent que en 1936 nos daría la primer religiosa mártir, Vélez – Rubio, Baracoa en Cuba. De Reus me llamaron las autoridades
para que devolviera la paz al convento, al colegio y a la ciudad que estaba
toda escandalizada con dos religiosas que se habían salido del instituto. Resuelto todo y vuelta la paz, quien se
sumió en la más terrible noche oscura fue mi alma. Un período largo y desesperante, en que mi alma se sentía
abandonada por Dios.
Sepulcro de M. Antonia Paría en el convento de Reus. |
Confiando en la misericordia
de Dios, con las manos vacías, esperaba que llegase para mi el tiempo de Dios.
Cuando menos lo esperaba, Aquel que es luz de luz vino a alumbrar toda
oscuridad para mí el 17 de enero de 1885.
Manuel Bonet