Lugar de nacimiento: La Habana, 1891
Lugar de martirio: Valencia, España, 1936
Beatificación: Tarragona, 13 de octubre 2013.
Causa: Beato Mauricio Iñíguez de Heredia y 23 compañeros religiosos de la Orden de San Juan de Dios.
Me llamo fray Jaime Óscar Valdés
y soy hermano hospitalario. No puedo decirles quienes fueron mis padres pues
fui abandonado por mis progenitores en el torno de la Casa de Maternidad y
Beneficencia de La Habana. Allí me bautizaron y me pusieron el nombre de
Armando Óscar. Las religiosas Hijas de la Caridad que atendían aquella casa me
enseñaron a descubrir que Dios es padre y madre de aquellos que se confían a
Él.
En los años de la Casa Cuna forme
parte de la célebre banda de Beneficencia de La Habana y aprendí un oficio,
zapatero que me permitió sostenerme económicamente al salir de esta
Institución. Durante aquellos años en mi corazón surgió el deseo de consagrarme
a Dios y dedicarme a la vida hospitalaria.
Tras la muerte del querido fray
José Olallo Valdés, en el hospital de Camagüey, la orden hospitalaria había
desaparecido en Cuba. Para poder ser religioso hospitalario tuve que abandonar
mi querida patria y trasladarme a Ciempozuelos, España. Allí empecé a
identificarme con el carisma caritativo de San Juan de Dios: amar y servir a
los enfermos. Al terminar mi formación como enfermero, fui admitido a profesar
en este instituto tan querido, para ello tome el nombre de fray Jaime. Mis
primeros destinos como religioso hospitalario nuestras casas en Ciempozuelos, Pamplona
y San Rafael (Madrid).
En 1920 la Orden hospitalaria de
San Juan de Dios regresa a Colombia y se pedían misioneros para rehacer nuestra
presencia en este país. Me ofrecí como voluntario y pronto fui enviado a esta
tierra como un religioso más.
En 1928 fui destinado a prestar
mis servicios en la Casa de Bogotá, ejerciendo el cargo de prior de este centro
hospitalario. Después de darme sin medida en medio de los enfermos colombianos,
fui llamado nuevamente a España, ahora al Hospital Infantil de Barcelona
(1931). Después de una breve estancia en
Carabanchel Alto, la obediencia me destino a la comunidad del Asilo -
Hospital de La Malvarrosa, Valencia (1936) encargado de la sección de la
ropería y de la farmacia. Era una obra caritativa que acogía a “niños escrofulosos, raquíticos, lisiados y
huérfanos pobres”.
En esta casa donde se atendían a
niños discapacitados, conocí los horrores de la llamada Guerra Civil Española:
arrestados en nuestra propia casa, somos asediados por los milicianos que
registran nuestras dependencias continuamente. En su afán de buscar armas que
no existen, roban y destruyen cuanto objeto religioso encuentran a su paso. No
se han dado cuenta que nuestra única arma es ese Cristo crucificado que han
mutilado y destrozado.
El 7 de agosto de 1936 después de
un riguroso registro con amenazas y groserías, escucho decir al prior: “Estaba
convencido de que me mataban aquellos energúmenos; si esta vez no lo han hecho,
no tardarán mucho en fusilarme, pero estoy muy conforme en dar la vida por el
triunfo de la religión y de España”
Nuevamente regresan los
milicianos en la noche, irrumpen para
registrar una vez más el hospital, además de exigir todo el dinero que había
quedado para pagar los suministros de la institución. En esta ocasión obligan al superior de la
casa a acompañarles; sin dudarlo, me ofrecí
para acompañarle en aquella hora de las tinieblas. Pasamos nuevamente
por cada habitación y dependencia de la residencia, en mi cuarto encuentran un
aparato de tomar la presión que confunden con un aparato de trasmisión en clave
Morse. Me acusan de espía y al buen superior, fray Leoncio, de cómplice. No hay
manera de darnos a entender y somos arrestados. Esa noche en el campo llamado
“Les Oliveretes”, muy cerca del Hospital caímos martirizados por las balas comunistas.
Beato Fray Leoncio Rosell Laboria. |
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