P. Thomas Kevin Kraft, o. p. es autor de una obrita titulada Matrimonios santos: los santos casados como modelos de espiritualidad que puedes encontrar en internet. No tengo idea de cuando lo escribió, pero muestra un mapa de la santidad matrimonial que se registra prácticamente para países del primer mundo. En parte le agradezco el haberme interesado en este tema tan nuevo como rico: la santidad del matrimonio.
Quiero presentarles a un matrimonio que llega del centro de Africa, un matrimonio marcado por la esclavitud, la dictadura de algunas y el anuncio liberador del Evangelio.
Sobre roca firme: Luigi Wandete y Valerie Ama
Hoy, quiero entrevistar a un
matrimonio africano, oriundo de la República del Congo. Son Louis Wandete y su
esposa, Valérie Ama, testigos de la explotación y la esclavitud. La
arquidiócesis de Krinjabo, Costa
de Marfil ha obtenido la aprobación para dar inicio a su causa de canonización.
Los encuentro cerca del Cardenal
Lavigerie, apóstol de África. Me
acercó y les abordó, con la intención de obtener unas cuantas respuestas a mis
interrogantes.
- ¿Quiénes
son? ¿De dónde vienen?
- - Me llamo Luis Wandete, provengo como mi esposa de lo que hoy llaman Costa de Marfil, del centro de África. Cuando nací me llamaron Oundete o Wandete que significa “que no conoció a su padre” quizás vendido como esclavo o muerto en algún encuentro con las tropas de Samory Touré, caudillo musulmán de la tribu dyula. El nombre de Luis vino después.
- - Soy Valérie Ama y desconozco mi origen tribal, fui vendida como esclava y mi encuentro con Cristo tuvo sabor a resurrección desde el primer momento.
- Me
perdí, ¿qué pasó en su tierra que marca su historia con Jesús?
- - Para mí – habla Luis -, la infancia transcurrió en medio de las tradiciones propias de mi tribu, pero el ataque de Samory a mi aldea, su destrucción como resultado de su incursión bélica me hizo huir como muchos más, los que fueron tomados prisioneros, fueron vendidos como esclavos. Mi madre fue capturada y vendida. Me escondí y pude escapar, después de meses, me encontré con un grupo de soldados franceses a los que acompañé y me condujeron a Gran – Bassam, ciudad costera y un poco capital económica del país. Allí conocí al P. Bedel, Misionero de los Padres Blancos. El me mostró a Cristo en la cruz y desde entonces todo tuvo sentido para mí.
- - Olvidé mi historia, mi nombre, mi tribu cuando fui robada y vendida en el mercado de esclavos de Krinjabo - dice Valerie. Mi amo me maltrataba constantemente y en un intento de deshacerse de mí, me ofreció como parte de un sacrificio funeral. Pude escapar y fui acogida por un matrimonio europeo. Cuando ellos regresaron a su tierra natal, quise acompañarles, pero el señor no lo permitió y con un salvoconducto camine hacia Gran – Bassam, eran ochenta kilómetros entre ambas ciudades. En la ciudad fui acogida por las Misioneras de Nuestra Señora de África o Madres Blancas, a quien me encomendaba mi benefactora.
- ¿Entonces ya creían en Jesús?
- - No, P. Bedel quería que alguien le acompañara en sus visitas a las diferentes aldeas y yo le servía de intérprete. Traduciendo su mensaje conocí a Cristo Jesús y poco a poco, su mensaje me fue atrayendo. En la misa de Navidad de 1898 pude recibir el sacramento del bautismo. Ese día me llamaron Luis como san Luis Gonzaga.
- - Las Madres Blancas respetaban nuestras creencias y si alguna quería bautizarse lo hacían, pero nunca nos obligaban. En mi refugio aún sufrí la incertidumbre del reclamo de mi antiguo amo, pero no regresé con él. Quedé a la custodia de las religiosas y cuando estas se trasladaron a la misión de Dabou, las acompañé. Para mí el bautismo llegó en 1902, era el 3 de abril y ese día, pude acercarme a comulgar por primera vez. En ese mismo año pude confirmarme el 18 de mayo. En la misión conocí a Luis y nos casamos.
- ¿Cómo
vivieron su matrimonio entonces?
- - Con la Iglesia – afirma Luis -, pues un año después de casados el P. Bedel nos pidió que le acompañáramos a la fundación de la misión de Korjogo. Nos establecimos en Village de la Libertè, un poblado para esclavos libertos a pocos kilómetros de la misión.
- - Ayudábamos en todo lo que se necesitara, limpiábamos el templo, visitábamos enfermos, dábamos catequesis en los poblados, siempre tras las huellas del P. Bedel. Fui la madrina del primer bautizado en nuestra iglesia de Korjogo, pero para mí, fue como asumir la maternidad de todo cristiano en ella.
- ¿Cómo
actuaron durante la Primera Guerra Mundial?
- - Cuando los misioneros fueron expulsados, mantuvimos la débil llama de nuestra fe – dice Valérie. No éramos una nación cristiana, convivíamos en la misma nación con musulmanes y hombres y mujeres con tradiciones paganas.
- - Por eso nuestras acciones eran cuestionadas y necesitábamos del apoyo de la comunidad y de Dios nuestro Señor. Abríamos las puertas del templo, tocábamos la campana, rezábamos el rosario, contábamos una y otra vez las acciones de Jesús. Solo nos faltaba la presencia eucarística. Cuando los misioneros regresaron, nuestra fe seguía siendo una en Dios Trino.
- ¿Por
qué la medalla Luis? ¿Fuiste acaso militar?
- - Si, soldado de Cristo – ríe Luis -, cuando los misioneros regresaron los cristianos contaban que gracias a mi fe y a Valèrie se mantuvieron fieles al mensaje de Cristo. Por eso, el 8 de febrero de 1925 el Santo Padre Pío XI me hizo llegar la medalla “Benemerenti” como recompensa de nuestros servicios hacia la Iglesia. Hoy la reciben los Guardias Suizos al termino de sus tres años de servicio. Después del regreso de los misioneros me pidieron que continuase como representante de la comunidad cristiana católica ante los líderes musulmanes y tribales.
- ¿Qué
fue la muerte?
- - El último despojo de todo afecto, perder a mis hijos, perder a Valérie en los primeros días de enero de 1949. Cuando la hermana muerte me llamó a su presencia, mis manos estaban vacías y en su abrazo me dormí el 2 de marzo de este mismo año.
Creciendo la fama de santidad de
ambos cónyuges, el obispo de Korhugo, solicitó a la Congregación de la Causa de
los Santos, la apertura de la causa de beatificación, el 18 de noviembre de
1994, lo cual fue concedido el 16 de diciembre de 1994.