jueves, 10 de septiembre de 2015

Sobre roca firme: Juntos hacia los altares II

P. Thomas Kevin Kraft, o. p. es autor de una obrita titulada Matrimonios santos: los santos casados como modelos de espiritualidad que puedes encontrar en internet. No tengo idea de cuando lo escribió, pero muestra un mapa de la santidad matrimonial que se registra prácticamente para países del primer mundo. En parte le agradezco el haberme interesado en este tema tan nuevo como rico: la santidad del matrimonio. 

Quiero presentarles a un matrimonio que llega del centro de Africa, un matrimonio marcado por la esclavitud, la dictadura de algunas y el anuncio liberador del Evangelio.

Sobre roca firme:  Luigi Wandete y Valerie Ama



Hoy, quiero entrevistar a un matrimonio africano, oriundo de la República del Congo. Son Louis Wandete y su esposa, Valérie Ama, testigos de la explotación y la esclavitud. La arquidiócesis de Krinjabo,  Costa de Marfil ha obtenido la aprobación para dar inicio a su causa de canonización.

Los encuentro cerca del Cardenal Lavigerie, apóstol de África.  Me acercó y les abordó, con la intención de obtener unas cuantas respuestas a mis interrogantes.

-       ¿Quiénes son? ¿De dónde vienen?

  • -       Me llamo Luis Wandete, provengo como mi esposa de lo que hoy llaman Costa de Marfil, del centro de África. Cuando nací me llamaron Oundete o Wandete que significa “que no conoció a su padre” quizás vendido como esclavo o muerto en algún encuentro con las tropas de Samory Touré, caudillo musulmán de la tribu dyula.  El nombre de Luis vino después.


  • -       Soy Valérie Ama y desconozco mi origen tribal, fui vendida como esclava y mi encuentro con Cristo tuvo sabor a resurrección desde el primer momento.


-       Me perdí, ¿qué pasó en su tierra que marca su historia con Jesús?

  • -       Para mí – habla Luis -, la infancia transcurrió en medio de las tradiciones propias de mi tribu, pero el ataque de Samory a mi aldea, su destrucción como resultado de su incursión bélica me hizo huir como muchos más, los que fueron tomados prisioneros, fueron vendidos como esclavos. Mi madre fue capturada y vendida.  Me escondí y pude escapar, después de meses, me encontré con un grupo de soldados franceses a los que acompañé y me condujeron a Gran – Bassam, ciudad costera  y un poco capital económica del país. Allí conocí al P. Bedel, Misionero de los Padres Blancos.  El me mostró a Cristo en la cruz y desde entonces todo tuvo sentido para mí.

  • -       Olvidé mi historia, mi nombre, mi tribu cuando fui robada y vendida en el mercado de esclavos de Krinjabo - dice Valerie. Mi amo me maltrataba constantemente y en un intento de deshacerse de mí, me ofreció como parte de un sacrificio funeral.  Pude escapar y fui acogida por un matrimonio europeo.  Cuando ellos regresaron a su tierra natal, quise acompañarles, pero el señor no lo permitió y con un salvoconducto camine hacia Gran – Bassam, eran ochenta kilómetros entre ambas ciudades. En la ciudad fui acogida por las Misioneras de Nuestra Señora de África o Madres Blancas,  a quien me encomendaba mi benefactora.

-       ¿Entonces  ya creían en Jesús?

  • -       No, P. Bedel quería que alguien le acompañara en sus visitas a las diferentes aldeas y yo le servía de intérprete. Traduciendo su mensaje conocí a Cristo Jesús y poco a poco, su mensaje me fue atrayendo.  En la misa de Navidad de 1898 pude recibir el sacramento del bautismo.  Ese día me llamaron Luis como san Luis Gonzaga.

  • -       Las Madres Blancas respetaban nuestras creencias y si alguna quería bautizarse lo hacían, pero nunca nos obligaban. En mi refugio aún sufrí la incertidumbre del reclamo de mi antiguo amo, pero no regresé con él. Quedé a la custodia de las religiosas y cuando estas se trasladaron a la misión de Dabou, las acompañé.  Para mí el bautismo llegó en  1902, era el 3 de abril y ese día, pude acercarme a comulgar por primera vez. En ese mismo año pude confirmarme el 18 de mayo.  En la misión conocí a Luis y nos casamos.



-       ¿Cómo vivieron su matrimonio entonces?

  • -       Con la Iglesia – afirma Luis -, pues un año después de casados el P. Bedel nos pidió que le acompañáramos a la fundación de la misión de Korjogo. Nos establecimos en Village de la Libertè, un poblado para esclavos libertos a pocos kilómetros de la misión.

  • -       Ayudábamos en todo lo que se necesitara, limpiábamos el templo, visitábamos enfermos, dábamos catequesis en los poblados, siempre tras las huellas del P. Bedel.  Fui la madrina del primer bautizado en nuestra iglesia de Korjogo, pero para mí, fue como asumir la maternidad de todo cristiano en ella.

-       ¿Cómo actuaron durante la Primera Guerra Mundial?

  • -       Cuando los misioneros fueron expulsados, mantuvimos la débil llama de nuestra fe – dice Valérie. No éramos una nación cristiana, convivíamos en la misma nación con musulmanes y  hombres y mujeres con tradiciones paganas.

  • -       Por eso nuestras acciones eran cuestionadas y necesitábamos del apoyo de la comunidad y de Dios nuestro Señor. Abríamos las puertas del templo, tocábamos la campana, rezábamos el rosario, contábamos una y otra vez las acciones de Jesús. Solo nos faltaba la presencia eucarística. Cuando los misioneros regresaron, nuestra fe seguía siendo una en Dios Trino.

-       ¿Por qué la medalla Luis? ¿Fuiste acaso militar?

  • -       Si, soldado de Cristo – ríe Luis -, cuando los misioneros regresaron los cristianos contaban que gracias a mi fe y a Valèrie se mantuvieron fieles al mensaje de Cristo.  Por eso, el 8 de febrero de 1925 el Santo Padre Pío XI me hizo llegar la medalla “Benemerenti” como recompensa de nuestros servicios hacia la Iglesia. Hoy la reciben  los Guardias Suizos al termino de sus tres años de servicio.  Después del regreso de los misioneros me pidieron que continuase como representante de la comunidad cristiana católica ante los líderes musulmanes y tribales.


-       ¿Qué fue la muerte?

  • -       El último despojo de todo afecto, perder a mis hijos, perder a Valérie en los primeros días de enero de 1949.  Cuando la hermana muerte me llamó a su presencia, mis manos estaban vacías y en su abrazo me dormí el 2 de marzo de este mismo año.


Creciendo la fama de santidad de ambos cónyuges, el obispo de Korhugo, solicitó a la Congregación de la Causa de los Santos, la apertura de la causa de beatificación, el 18 de noviembre de 1994, lo cual fue concedido el 16 de diciembre de 1994.

Manuel Bonet Ochoa


martes, 8 de septiembre de 2015

Sobre roca firme: Juntos hacia los altares.

Se acerca el sínodo de los obispos, nuevamente el tema del matrimonio será tema de discusión por pastores y expertos en el tema. Durante su celebración ha habido numerosas aportaciones y el Papa Francisco ha pedido que las reliquias de los matrimonios que la Iglesia ha reconocido como beatos acompañaran las sesiones del mismo.  Se trataba de los beatos Luigi y María Luisa Quattrocchi, los beatos Louis y Celia Martin y su hija, Teresita de Niño Jesús, carmelita descalza y doctora de la Iglesia, por quien el Santo Padre manifiesta singular devoción.

He buscado en numerosa bibliografía, aquellos matrimonios que podemos llamar canonizables. En los últimos cuatro siglos, he podido encontrar solamente 24 causas de beatificación, algunas muy adelantadas. De ellos y ellas quiero escribir en las próximas entradas, aun cuando sobre algunos no hay datos o son prácticamente  desconocidos. 


Tapiz de la ceremonia de beatificación.


BB.  María Luisa Corsini de Beltrame y Luigi Beltrame Quattrocchi

Se acerca la clausura del Sínodo de las Familias en Roma, y se ha confirmado la canonización del matrimonio Celia Guerin y Louis Martin, padres de santa Teresita del Niño Jesús.  Algunos hablan de la ausencia de los matrimonios en los altares, y aunque es cierto, creo que existen matrimonios que juntos caminan a los altares y me he comprometido a buscarles y ofrecerles algunas entrevistas.

Los primeros que busco en los corredores del cielo, son a los esposos María y Luigi, los primeros en ser beatificados como matrimonio en la Iglesia, el 21 de  octubre de 2001. Su beatificación fue una “singular confirmación de que el camino de la santidad recorrida juntos, como  matrimonio, es posible, hermoso y extraordinariamente fecundo, y es fundamental para el bien de la familia, de la iglesia y de la sociedad” dijo S. Juan Pablo II ese día.

-       ¿Quiénes son María y Luigi? ¿Cómo se conocieron?

-       Maestra y madre de familia de tres chicos y una chica, algo escritora y periodista; mujer de paz y de diálogo, tuve unos padres con caracteres difíciles, con muchas diferencias entre ellos, sin embargo, al poner la mesa, dentro de la servilleta de cada uno colocaba una hojita de olivo como invitación a sanar las rencillas diarias.

-       Abogado y padre de familia – dice Luigi  mientras sonríe-, conocí a María  en Roma, donde me había establecido. Enfermé de cierta gravedad en 1904 y María me envía una imagen de la Madona de Pompeya, aquel gesto me hizo pensar en la posibilidad de unir nuestras vidas a través del matrimonio.



-       ¿Cuándo se casaron? ¿Cuándo unieron sus vidas?

-       El 25 de noviembre de 1905, en la basílica de Santa María la Mayor de Roma, nos instalamos en la casa de los papás de María – sigue Luigi -, donde convivimos no solo con mis suegros, sino con los abuelos de ella.  Pudimos con mucha prudencia sentar las bases de nuestro matrimonio.

-       ¿Alguna dificultad en estos años?

-       Claro - responde María –, la llegada de los hijos fue un período de dudas e incertidumbre, el olvido de si mismo, la renuncia de muchas actividades para poder estar atentos a cada uno de los niños.  Primero llegó Filippo y luego Stefania, al quedar embarazada del tercero, Luigi viajó a Sicilia por unos días. Angustiada y sola, le escribí a mi esposo: “¿De dónde sacaré fuerzas para pensar en dos hijos, para soportar el cansancio físico y fisiológico del embarazo y de todo lo demás? Puedes creer que me siento realmente desesperada”. Pero la gracia de Dios que se renueva en cada persona a través de los sacramentos, me ayudó a reencontrarme conmigo misma y así llevé adelante el tercer embarazo.

-       Después de nacer Cesarino,  concebimos un cuarto bebé, Enrichetta, María comenzó a sufrir numerosas y violentas hemorragias – explica Luigi -, el médico que nos auxiliaba recomendaba la interrupción del embarazo. Ninguno quería eliminar la vida que crecía en su interior, así que dijimos ¡no!. El doctor, me dijo: “¿No se da usted cuenta de que, de esta manera, se va a quedar viudo con tres pequeños a su cargo?”.  La respuesta volvió a ser “no”, pues no existen razones aun siendo graves y dramáticas, que puedan jamás justificar la eliminación deliberada de un ser humano inocente. Finalmente, cuatro meses más tarde, nació la pequeña sin dificultades para ella y María.

-       Padres de sacerdotes y religiosas, ¿cómo vivieron el proceso vocacional de sus hijos en casa? 

-       Creo - dice María –, que para mí fue un momento de mucha dicha como madre, cuando Filippo y Cesarino nos dieron a  conocer sus deseos vocacionales hacia la orden benedictina.  Más tarde, fue Stefania quien les siguió por los mismas sendas de contemplación y al final, Enriquetta, como laica. Sin embargo, quien más lo sufrió fue Luigi.

-       Para mí – dice Luigi -, fue una sensación de vacío enorme.  La salida de Stefania  fue un desgarro, acostumbrado a la familia, veía que pronto nos quedábamos solos María y yo. El día de la toma de hábito de Stefania, arrodillado en la reja del coro, lloraba en silencio, consciente del sacrificio que el Señor me pedía.

-       ¿Algún reto después de la marcha de los hijos?

-       Pues hubo varios - confiesa Luigi –, volví a fumar, algo que detestaba María; después hubo un período de crisis espiritual, de celos con Dios, de miedo de Dios,  que sentía que me robaba a María. Más tarde pude reconciliarme con aquel Dios que nos unía más cada día, a cada paso.

-       En algún momento, pensamos en retirarnos a algún monasterio, pero descubrimos a través de la dirección espiritual que nuestro lugar, nuestra vocación plena y fecunda era la vivencia del uno para el otro, a través del matrimonio.

-       ¿Qué fue la beatificación?

-       Un gran regalo, un don que nos hacia el Padre.  Normalmente la santidad se expresa en la individualidad del hombre o la mujer que busca un ser transparencia de Dios en sus obras y ahora, el Papa decía que en el matrimonio, ambos cónyuges podían llegar a esa intimidad con Dios -  dice Luigi.

-       Fue una revolución para la Iglesia en gestos muy significativos: contar con sólo un milagro para ambas causas;  elegir el día de nuestro matrimonio como el día para celebrar nuestra memoria litúrgica; vernos allí juntos, en los balcones de San Pedro delante de miles de matrimonios que se habían convocado en Roma era una llamada de Dios para todos, para caminar juntos hacia el cielo.   
 

Oración a los  Beatos  María Corsini y Luigi Beltrame.

Dios todopoderoso, que has derramado portada la creación, reflejos de tu infinita belleza y bondad, haciendo el hombre a tu imagen y semejanza, tanto amas a quienes se entregan totalmente que nos los pones de modelos quieres que le veneremos y haces innumerables beneficios y milagros por su intercesión, por ellos y mediante tus siervos Luigi y María Beltrame te rogamos nos concedas (mencionar tu petición) y con ello una mayor correspondencia a tu amor. 

M. Bonet

lunes, 10 de agosto de 2015

Madre del Vaticano II nacida en Cuba

El Concilio Vaticano II fue un don del Espíritu Santo a la Iglesia. En la segunda sesión del mismo, el 22 de octubre  de 1963, el cardenal Leo Josef Suenens, Arzobispo de Bruselas, habló de los laicos. Se refirió a los dondes de gracia y carismas otorgados a ellos y luego hizo referencia particular a los carismas presentes en las mujeres;  hizo un llamado a que se incrementara el número de auditores laicos para incluir también a mujeres “que constituyen la mitad de la humanidad.




El 8 de septiembre de 1964, Pablo VI comunicaba a un grupo de religiosas “Hemos dado disposiciones para que también algunas mujeres calificadas y devotas asistan, como Auditoras, a muchos de los ritos solemnes y muchas de las congregaciones generales de la próxima Tercera Sesión…. diríamos  que a aquellas Congregaciones donde las cuestiones que se discutan puedan interesar particularmente a la vida de la mujer". Finalmente participaron en todas el resto de la tercera y cuarta sesión del Concilio, con gran participación en el documento sobre los laicos y la elaboración de la Gaudium et Spes. 

El periódico ABC el 17 de noviembre de 1965, publicaba un artículo titulado: UNA CORUÑESA EN EL CONCILIO, del cual publicaré algunos datos que me llamaron la atención ciertamente, sobre todo por el origen cubano de una de las Madres auditoras del Vaticano II. 

M. Cristina Estrada, auditora del Vaticano II


LA MADRE CRISTINA ESTRADA, AUDITORA EN EL VATICANO II

 Fue en septiembre de 1964 cuando las agencias difundieron la noticia de que Su Santidad el Papa se había dignado dar paso a la mujer en las tareas del Concilio Vaticano II y nombrar a quince auditoras, procedentes de nueve naciones; ocho de ellas, religiosas, seglares, las restantes. Y entre todas, dos españolas: doña Pilar Bellosillo, presidenta de la Unión Mundial de Organizaciones de Mujeres Católicas, y la madre Estrada, superiora general de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús.
De la meritísima personalidad de doña Pilar Bellosillo dio cuenta la Prensa madrileña; de la singular figura de la madre Estrada, nada especial dijeron los periódicos gallegos…
Porque la madre Estrada, es gallega. De lo que mucho ella se aprecia; como también de ser coruñesa, no obstante su accidental cuna habanera. Pues la muy reverenda madre Cristina Estrada Carreras – Presas, que nació en la capital de la Cuba entonces española el 29 de abril de 1891, fue traída tan sólo cuarenta días después a La Coruña.
En el cristianísimo hogar del matrimonio formado por Don Félix Catoyra, médico militar, y doña Cristina Carreras – Presas, primero en la rúa Nueva, después en la plaza de Azcárraga, más adelante en la calle de Juana de Vega, discurrió su infancia. Su colegio fue el de las Madres Terciarias, en la calle de Rubine, y, siguiendo las vicisitudes administrativas del padre, residió también en Segovia y en Alicante.

ESCLAVA DEL DIVINO CORAZÓN

Llamada por Dios a ser su sierva fidelísima, siendo joven de veintitrés años ingresó en el Instituto de las RR. MM. Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, en Gandía, donde, al cabo de los años, el 8 de septiembre de 1916 (pronto, sus “Bodas de Oro”) hizo la profesión temporal.
Quede la trayectoria de su vocación, y su fecundo servicio al Corazón Divino escuetamente señalada por estos cargos y estas fechas: prefecta del Colegio de Cádiz, superiora del Colegio de Barcelona, provincial de la provincia de Barcelona, instructora de tercera probación en la Casa Generalicia de Roma (1930). Y el 9 de mayo de 1932, a los cuarenta y un años de edad, el alto designio de superiora general del Instituto. Desde entonces, por añadidura, presidenta de la Unión de Superioras Mayores de Italia y, a continuación, presidenta de la Federación Italiana de Religiosas Educadoras. Un trienio en cada cargo. Y en 1964, la enaltecedora exaltación pontificia: Auditora del Concilio Vaticano II entre sólo quince mujeres de toda la cristiandad.
Y de 1914 a 1965, un colmado y fecundo medio siglo de apostolado y magisterio, a lo largo del cual no dejó de realizar algunas visitas a La Coruña: las últimas, en 1939 y en 1957, siendo ya madre general del Instituto.
Y en su pueblo apenas si la familia lo sabía.

LA MADRE CONCILIAR

De la madre Estrada escribió, no hace mucho, privadamente, persona de la familia: “Es de mediana estatura, muy activa e incansable; sencilla, dulce y, sobre todo, muy humilde. A pesar de las muchas ocupaciones de su cargo, escribe con frecuencia a su familia y la recuerda constantemente”.
Y en los primeros días de su dignidad conciliar, una madre de la misma Casa Generalicia, en Roma, notificó a la hermana residente en La Coruña.
“Le voy a contar su “plan” de cada día. Oye con nosotras, en casa, la misa de comunidad, pero sin comulgar en ella; pues lo hace luego en la misa conciliar. Toma algo líquido, calientito, después hace una adoración y … allá se va para San pedro. La acompañan dos madres, y, al terminar, la van a buscar otras dos, honor muy disputado y apetecido. Lleva en una cajita diminuta unos “bocaditos” para engañar el estómago, pues la mañana se le haría muy larga, y, a pesar de este alivio, que apenas se puede llamar así, llega con cara lánguida y cansada, pero feliz ella y nosotras.”
Y por iguales días, la propia madre Estrada, en carta manuscrita a su hermana confió:
“Es verdaderamente impresionante estar en la basílica de San pedro con tantos cardenales y obispos; yo me siento allí como una hormiga, pero con mucha devoción y amor a la Santa Iglesia. ¡Pobres los que no la conocen! Hemos de pedir por ellos.”


Manuel Bonet


sábado, 8 de agosto de 2015

Una escolapia mártir que trabajo en Cuba

Su muerte impactó a los milicianos. Herida de muerte, la confesión del martirio ¡Viva Cristo Rey!.  Su último gesto fue comentado por aquellos que le quitaron la vida.
La Beata María Luisa de Jesús Girón Romera, es testigo de la escuela escolapia en Cuba.



Beata María Luisa de Jesús Girón Romera

Nació: el 25 de agosto de 1887 en Bujalance, Córdoba, España.
Martirizada: 8 de agosto de 1936 en Valencia, España.
Beatificación: 11 de marzo de 2001 por S. Juan Pablo II.

Nací el 25 de agosto de 1887 fiesta litúrgica de mi querido San José de Calasanz, padre de las escuelas pías, pero eso lo sabría después, vale. Era la primogénita de la familia, cuatro niñas y claro, un niño a quien todas las hermanas queríamos como si fuera nuestro.  Mis padres trabajaban y poseían una posición económicamente  regular, quizás con algunas estrecheces pero en casa nos queríamos todos.

En 1891 ingresé como alumna externa en el colegio escolapio de la  ciudad.  Las religiosas  habían sido en su mayoría novicias de Madre Paula. ¿Qué quién es Madre Paula? Pues nada más y nada menos que la fundadora de las escolapias, religiosas al estilo de San José de Calasanz.  En el colegio sentía que me crecían alas, sobre todo en piedad y letras.  Allí conocí a Cristo, y pronto, pude acompañarle a la mesa eucarística.  No había asociación escolar escolapia donde no metiera mis narices.


Santa Paula Montal

Cuando salí del colegio, me enamoré de un chico que buscaba más fama y dinero que amores. Cuando supo que en casa no guardábamos  monedas a raudales, me dijo adiós. Algo en mi se quebró dentro, pero saben, Dios se vale de todo. Aquel amor primero ante el sagrario, vino a rondarme nuevamente y se valió de aquel rompimiento.

Mi corazón se sentía engañado y tampoco quería esconderme en un convento porque si.  Hubo tiempo para llorar y para discernir, al final, venció la gracia y solicité ingresar entre las religiosas del colegio. Quería ser escolapia.

Las religiosas me aconsejaron pasar algún tiempo en el colegio de Córdoba y medir mis fuerzas.  Allí pude decir junto al profeta: “Tú me has seducido y yo me dejé seducir…”. En el otoño  de 1915, el 21 de noviembre, ingresé en el noviciado de Carabanchel.

El 19 de marzo de 1916, tomé el hábito escolapio con el nombre de Sor María Luisa de Jesús.  El noviciado es un tiempo “fuerte” para descubrir el seguimiento de Jesús de Nazaret al estilo de San José de Calasanz y Madre Paula Montal. Tiempo de medir las fuerzas ante un estilo de vida basado en la pobreza, la obediencia y la castidad, a lo que se sumaba la vida escolapia: Piedad y Letras.  Al termino del mismo, el 31 de marzo de 1918, Pascua de Resurrección, emití mis Votos Perpetuos.

Bueno, después del Noviciado vienen los Votos Simples o Temporales, pero según nuestras Constituciones en aquellas calendas, a mí me tocaron Perpetuos. Claro eso se termino ese mismo año y todas las que vinieron después de mí hicieron Votos Temporales.

Me destinaron al colegio de Carabanchel entre marzo de 1918 y septiembre de 1919, después a Valencia  de septiembre a junio de 1920 y de allí, brinqué a  Cuba, donde recientemente se había inaugurado la presencia escolapia.

Mi obediencia decía Cárdenas, pero al llegar a La Habana, me destinaron al colegio de Nuestra Señora del Buen Consejo (1920 – 1929) en esta última ciudad.  Mi primera mesa para la clase de Lengua española, había sido un cajón de los usados para envases de latas de leche condensada y el aula, una pequeña azotea.  A las clases sumaba la preparación de los grupos de Hijas de María, Santa Infancia, Propagación de la fe y más tarde, la Acción Católica en sus inicios.  Al terminar el curso de 1929 me dieron nueva obediencia, ahora al colegio de Guanajay.  Era el primer colegio escolapio en Cuba y de allí salían muy bien formadas nuestras alumnas. Me empeñé en que nuestras maestras tuvieran sus títulos de magisterio para que dieran honor a nuestro lema: Piedad y Letras.   En 1931, la situación política del país sufrió un verdadero sismo, pero en medio de la inquietud mantuvimos nuestra presencia escolapia. En aquellos días, leía la vida del P. Miguel Pro, s. j., que me infundía fortaleza y animaba a otras hermanas a leerlo.  En 1934 cuando me disponía a validar mis estudios en La Habana, la obediencia me destinó a Valencia nuevamente.

Beatas Mártires Escolapias.

Después de las fiestas de la Asunción, me encaminé al puerto para embarcar rumbo a España. Al regreso, pude abrazar a mi madre y hermanos en el colegio de Córdoba. En octubre volví a las clases, pocas primero, pero tras las vacaciones de Navidad, volví a tomar todas las horas.

En Valencia, conocí los nuevos horrores de la República. Serena y jovial en medio de las incertidumbres, el 19 de julio de 1936 tuve que abandonar precipitadamente el colegio para refugiarme en el piso de la calle de San Vicente que habíamos preparado en caso de necesitarse.  Al piso me llevé la vida del P. Miguel Pro que leía y releía. 


El 8 de agosto de 1936,  al amanecer interrumpieron violentamente los milicianos, con la falsa acusación de que habíamos sido denunciadas y debíamos ir a declarar al Gobierno civil.  Salimos M. María Baldillou, M. Presentación Gallén, M. Carmen Gómez, M. Clemencia Riba y una servidora.  Nos condujeron a las playas del Saler. Con algunas de ellas había coincidido en el colegio en 1919. Ahora el Señor nos hacía coincidir nuevamente en el martirio.  Herida de muerte, levanté la cabeza para perdonen a aquellos que nos quitaban la vida, aún grité con fuerza ¡Viva Cristo Rey!

Manuel Bonet 

sábado, 11 de julio de 2015

Bajo la sonrisa de la Virgen de Lourdes

Ningún Hermano Lasallista escapa a la sombra materna de María Santísima. En cualquier país y colegio, se reza, se invoca, se canta, se escribe a María, Madre de Jesús.  El Hermano Victorino rezaba a María en su título de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, pero en su corazón, guardaba un amor especial por la Virgencita de Lourdes que le recordaba al hogar materno.

El sábado 11 de febrero de 1928, el Espíritu de Dios le esperaba, en la celebración de María de Lourdes. El mismo Victorino dirá que no fue casualidad sino providencial, la fundación de la Federación de Jóvenes de Acción Católica ese día.

En el lejano febrero de 1940 el Hermano Victorino escribía en la revista Juventud Católica Cubana:

“Nació el 11 de febrero de 1928, iluminada por la celestial sonrisa de la Virgen Inmaculada de Lourdes. El mismo día, al bautizarla en la fe y sumisión a la Iglesia Católica, fue llamada FEDERACIÓN,  para que su nombre señalara su objeto y su noble misión de unir y coordinar…
Ella venía al mundo con una estrella al frente y una cruz sobre el corazón: emblemas de su ideal. En su primer cumpleaños, la bendijo el Vicario de Cristo en la tierra y le dijo: “Sempre piú, sempre migliore”.
Mientras sus tiernos años se mecían entre las rosas celestiales de su excelsa Patrona, la angelical Teresita del Niño Jesús, bajo el cielo puro y radiante de la Patria cubana, los tímidos murmuraban: “¿Qué será de ella?” Y los pesimistas afirmaban: “Pronto morirá, porque el ambiente no la favorece…” y le concedían plazos más o menos largos de vida.
Y crecía en el silencio, casi ignorada, a veces incomprendida, conociendo la amargura de las lágrimas y las decepciones…Pero Dios la protegía y un grupo selecto de jóvenes la sostenía con entusiasmo y amor.
A medida que iba creciendo en años, se desarrollaban sus fuerzas y aumentaba su lozanía… “

Cuando otro 11 de febrero pero de 1947 se le dio la Orden Carlos Manuel de Céspedes, en el acto homenaje que se le ofreció  “dijo que lo había iluminado la Santísima Virgen María y que él confiaba mucho en el éxito de la Federación, porque la juventud lo puede todo con su entusiasmo y su fe”.

Cada 11 de febrero, fiesta de Nuestra Señora de Lourdes, el Señor le premiará con un nuevo detalle, una nueva gracia.


Bajo su mirada nació la Federación de las Juventudes de Acción Católica, bajo su mirada deseaba descansar eternamente el Hermano Victorino, bajo su mirada recemos con fe para verle pronto en los altares.  
Manuel Bonet

Lo cuenta el Hermano Victorino

El Hermano Victorino era un hombre callado, si, callado sobre sí mismo. Conocía a todos y todas las jóvenes Federadas, les hablaba, les escribía, sin embargo, tenemos pocos escritos autobiográficos sobre sí mismo.  Una gran reserva sobre su persona supo mantener siempre. Uno de ellos, el discurso ofrecido el 8 de diciembre de 1963 en Miami, Estados Unidos. Allí, contó algunas cosas de aquel sábado 11 de febrero de 1928. 

Tomo algunos párrafos, pues es un texto extenso donde recorre muchos momentos de su vida.

"En 1928, yo tenía  ya 40 años cumplidos y por lo mismo había adquirido bastante experiencia de los problemas de la Juventud…Se me habían desvanecido las primeras ilusiones y veía mejor las realidades. Por otra parte, desde hacía unos años me venía ocupando en actividades extra – escolares de apostolado, como Catequistas voluntarios en barrios de La Habana y había fundado la Conferencia de San Vicente de Paúl, para ex – alumnos y había observado los frutos que se lograban con los jóvenes dedicados a un apostolado activo y unidos por un ideal.

Sin embargo, como otros muchos, veníamos lamentando la poca perseverancia de los jóvenes salidos de los Colegios Católicos en general y me parecía que estábamos “arando en el mar” como vulgarmente se dice…Las iglesias se hallaban vacías de hombres y por lo tanto alejados de los Sacramentos. Dominaba el respeto humano y la mayoría de los pocos que  se confesaban, lo hacía en la Sacristía, por temor al que dirán.

Todo esto daba lugar a reflexiones, cambios de impresiones, proyectos, cuando aquel mismo año se celebró en la Universidad de la Habana, un Congreso Estudiantil en donde fue especialmente atacada la religión católica y el clero… De los centenares de estudiantes católicos presentes, sólo uno tuvo el valor de defender sus creencias…y lo hizo más bien por política, ya que  él mismo no practicaba.

Entonces pensé: “Ya que las deserciones se deben especialmente al respeto humano, o sea al miedo…¿Por qué no unimos a los jóvenes católicos para que así, se sientan más decididos y más fuerte?... porque siempre será verdad que “la unión hace la fuerza”.

Me puse  en contacto con jóvenes ex – alumnos de las principales Instituciones docentes católicas, exponiéndoles mi plan de unión; todos aceptaron y ofrecieron su cooperación inmediata. Pronto fue designada una Comisión de tres jóvenes abogados para que redactaran los proyectos de Bases y Estatutos de una Federación. (…)

La fecha del 11 de Febrero, fiesta de  N. Sra. de Lourdes, no fue previamente escogida; fue casual o más bien providencial. … El 11 de Febrero de 1961 fue precisamente cuando los Comunistas declararon guerra abierta a las Juventudes católicas, en el mismo lugar donde se había fundado 35 años antes, en igual fecha, lo que hizo exclamar a uno de nuestros Prelados: “Aquello fue para ESTO”…….


Un viejo conocido

Hoy les comparto dos notas periodísticas aparecidas en el Diario de la Marina en abril y junio de 1947 relacionados con San Pío de Pieltrecina, un viejo conocido probablemente para quienes leían la Sección Católica. 

No soy devoto del mismo, pero me llamo mucha la atención encontrar estas dos notas sobre él en la prensa cubana. 

Convertido por el Fraile Estigmatizado italiano

CUMBERLAND. Maryland, julio (NC). – Roderick Paul  Naef, veterano de la segunda guerra mundial que ha entrado en el noviciado de los padres capuchinos aquí, atribuye su conversión al catolicismo y su decisión de seguir la vida monástica a la influencia que ejerció sobre él el padre Pío, fraile capuchino italiano que porta, impresas en sus extremidades y costado, las llagas del Salvador.  Naef sostuvo varias entrevistas durante su permanencia en Italia, desde febrero de 1942 a diciembre de 1945, con el fraile estigmatizado.

Diario de la Marina. – sábado, 12 de julio de 1947.



Un fraile estigmatizado guía espiritual de soldados estadounidenses.

WASHINGTON, abril, (NC).- La Semana Santa traerá a las mentes de muchos soldados estadounidenses la imagen del Padre Pío, un fraile capuchino italiano, conocido como el “calvario viviente”, porque desde hace veintiocho años lleva impresas en su cuerpo las llagas de Nuestro Señor Jesucristo, comenta el señor William M. Carrigan, quien durante su estadía en Italia como miembro de la Cruz Roja dirigió muchas peregrinaciones al monasterio donde reside el humilde religioso.
Un sitio muy pintoresco, reducto montañoso próximo a San Giovanni Rotondo, sirve de emplazamiento al convento en que mora el Padre Pío, quien “puede llevar a cabo todos los deberes, a pesar de la vida de sufrimiento que padece”, dice el Señor Carrigan. “Todos los días celebra el Santo Sacrificio, atiende numerosas confesiones y ofrece sus consejos a innumerables personas que van allí en busca de consuelo”.
Muchos de nuestros soldados experimentaron cambios altamente beneficios por su trato con el fraile estigmatizado, y algunos encontraron allí su verdadera vocación, que en varios casos fue la religiosa, continua explicando el informante, quien ha donado a la librería del Congreso un libro del doctor Georgio Fests, que contiene textos de informes científicos oficiales referentes a los estigmas que porta en sus manos, pies y costado el sencillo fraile.

Diario de la marina, 9 de abril de 1947: 10