El próximo domingo - Domingo Mundial de las Misiones (DOMUND) - el papa Francisco canonizará a Louis Martin y Azelie - Marie Guerin, papás de santa Teresita del Niño Jesús. Matrimonio fecundo con numerosos hijos e hijas, de los cuales pronto algunos volaron al cielo en edad temprana y el resto profesó como religiosas en la Orden de las Carmelitas Descalzas y en la Orden de la Visitación de Santa María.
Ellos son un poco los culpables de esta sección en mi blog, que rompe con el estilo en que presentaba a estos testigos de Jesús
Me llamo Luis Martín, soy
relojero y aunque nací en Burdeos, me establecí hasta el fin de mis días en
Alencon, en el norte de Francia.
Quise ser benedictino, pero al no saber latín, los monjes me dijeron que
esperara y que estudiara mientras tanto.
En la espera el latín se
convirtió en un gran problema para mí, sin embargo mis manos hacían maravillas
con los relojes. El negocio de los relojes prosperaba y mi deseo de ser todo de
Dios, aunque no disminuía se convertía en un sueño en mi horizonte. Dios me
empujaba por otros caminos. Un
buen día, cruzando uno de los puentes de Alencon, me encontré con Celia.
Soy Celia Guerin, aunque nací en
Saint –Denis –sur – Sarthon, me establecí en Alencon y quise ingresar entre las
Hijas de la Caridad. Al no poder hacer realidad mi deseo, me dediqué al bordado. Sobre el puente de San Leonardo que une
a la ciudad, conocí a mi futuro esposo.
La Providencia nos dio la dicha
de poder tener una descendencia numerosa: algunos pronto volaron al cielo(dos chicos y dos chicas), y el
resto, se consagraron al Señor: cuatro como Carmelitas Descalzas y la quinta,
monja de la Orden de la Visitación de Santa María. A una de ellas le conocen todos, es Santa Teresita del Niño
Jesús, nuestra benjamina.
Establecimos nuestra residencia
en Los Buisonnettes, una casa grande con hermoso jardín. Aunque en ocasiones
visitábamos a nuestros familiares. A Louis le gustaba pescar, así que en
ocasiones íbamos todos de pesca.
Algunas tardes, nos refugiábamos
en una casita como torre que poseíamos fuera de la ciudad, era algo
pequeña, pero servía para descansar y ver crecer las flores.
A pesar de las exigencias del
trabajo y de las atenciones a la familia, hallábamos espacio para Dios. No
había día que no asistiéramos a Misa, a las 5: 30 a.m., a la única a la que
asistían las personas pobres o trabajadoras. El rezo en familia del rosario, el descanso del domingo que
no excluía la misa, la celebración del año litúrgico eran prácticas
comunes. En el hogar se puede y se
debe rezar cada día.
En casa se compartía el pan con
el hambriento, el dinero del boleto, la misma sonrisa y la bendición de Dios.
Hicimos sin darnos cuenta de
nuestras acciones y deseos una sola voluntad, así cuando Zelia enfermó,
buscamos ayuda en los médicos y en Dios.
Cuando regresó del Santuario de Lourdes, en su rostro no había tristeza,
sino resignación. Sus últimas
jornadas fueron una oleada de vida y gozo para todos.
Enferma de cáncer de mamas veía
como mi vida se deshacía a prisas. Mis hijas aún pequeñas algunas necesitarían
de mí, pero el deseo de luchar y
rebelarme fue sustituido por la confianza en Dios. El velaría por cada una de
ellas. En mí solo quedaba el deseo de poder hacer su voluntad.
Tras la ausencia de Zelia, las
niñas continuaron creciendo y poco a poco cada una fue a ocupar el lugar
deseado en la vida religiosa. Para
mí, la vida se hacía cada vez más callada, más simple, más vacía.
Aquejado de demencia, fui
recluido en un asilo mental, el Bon Sauveur en Caen. En el asilo ayude a otros a encontrarse con Dios. En ocasiones pude visitar a mis hijas,
carmelitas descalzas.
Vacías las manos, el corazón
dispuesto, fui al encuentro con Dios.
manuel Bonet