Parecía que el siglo XX iniciaba bien para los Hermanos de La Salle, pues apenas iniciaba 1900 y ya se esperaba con ansias la canonización del Fundador. Sin embargo aquella alegría era una dulce ilusión ante la realidad gubernamental francesa que amenazaba la escuela cristiana. En cualquier caso, el 24 de mayo amaneció con decenas de Hermanos lasallistas en peregrinación a la Basílica de San Pedro del Vaticano para asistir a la canonización de Juan Bautista de La Salle y Rita de Cascia, recoleta agustina.
El Diario “El Radical” de París, con fecha 20 de julio afirmaba: “es necesario que la República Francesa se deshaga de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, ahí está el peligro esencial; las otras reformas quedan subordinadas a esta”.
El 7 de julio de 1904, en Francia se votaba y promulgaba la Ley de supresión de las congregaciones religiosas de Combes.
Tras la votación de la ley, los Hermanos de La Salle como otras congregaciones e institutos de apostolado educativo, veían imposible la realización de su labor educativa en su tierra natal. Los Superiores Mayores presentaron a los 10 651 Hermanos la posibilidad de:
ü Partir al exterior, hacia el destierro.
ü Permanecer en Francia, aparentemente “secularizados”
ü Salida voluntaria de la Congregación.
ü Los Hermanos ancianos podían permanecer en Francia.
Para los que decidieron marcharse y vivir en otras tierras su vocación de religiosos educadores los Superiores Mayores estudiaban las ofertas de fundación que se realizaban de distintos puntos del planeta.
El 10 de octubre de 1903, el Presidente de Consejo, Emilio Combes, anunciaba para fecha próxima la supresión de todas las Congregaciones religiosas docentes en Francia.
El 27 de octubre de 1904, ante la presenciad el Cardenal Merry del Val, se colocó en San Pedro del Vaticano una estatua del Santo Fundador obra del escultor romano Aureli, quien había esculpido una anterior para la Catedral de Reims. Se ubicó encima de la estatua sedente de San Pedro.
El periódico Vera Roma del 30 de octubre se refería a esta:
“...Entre estas dos encantadoras y atractivas figuras (son las estatuas de un niño y de un adolescente), se alza majestuosa la del gran Institutor de La Salle. Al joven que lo escucha, atento y dócil, le señala el cielo con la mano mientras que, con la autoridad del Maestro y la dulzura del Padre parece decir: si recorrieres el camino de la vida de conformidad con las leyes de la Doctrina cristiana, serás feliz en esta tierra y gozarás en el Cielo de eterna dicha. En suma, todo el conjunto del grandioso grupo responde perfectamente al sublime ideal que Juan Bautista de La Salle quiso realizar con la institución del os Hermanos de las Escuelas Cristianas...”