Estaba a punto de subir una entrada sobre la toma de hábito
del Hermano Victorino sin embargo, me he tenido que detener para hablar antes
de los retos de su vocación.
Pocos datos tenemos de la familia
del Hermano Victorino, así que desconocemos los pormenores sobre cómo vivieron
su deseo de ser Hermano. En una Francia con un alto respeto hacia lo clerical,
no era apreciado el deseo de ser Hermano. Les invito a leer la obra La frágil esperanza de un testigo. El itinerario
del H. Michel Sauvage (1923 – 2001), publicado en la colección de Estudios Lasalianos, en especial desde la página 47 a la 55,
donde comenta su proceso vocacional inicial.
No sabemos cómo se vivió el
proceso vocacional del pequeño Augustin en su hogar. Si hubo comentarios
indebidos o malintencionados, al fin y al cabo, era el primer vástago. Aquella decisión
no incluía el ser sacerdote que era más valorado y apreciado. El decidir ser
Hermano incluía un cierto repudio incluso social: ¿por qué ser Hermano si nunca
dirás Misa? ¿Por qué consagrarte al Señor, si permanecerás siempre entre chicos
dando clase? Remito a la biografía del H. Michel Sauvage, del que tomo el
siguiente fragmento que expresa con creces, mi comentario anterior: “igualmente evidente para mí durante mi partida, era la fuerte
conciencia de que entrar con los Hermanos era tomar un camino que no conducía
al sacerdocio. Muchos, en mi entorno, lo expresaban preguntando: ¿por qué renuncias
a ser sacerdote? La mayoría no lo entendían. Y algunos no dudaban en expresarme
su desaprobación o su tristeza. Mis padres estaban completamente de acuerdo,
sobre todo mi padre. Pero mi hermano mayor y más aún mi hermana religiosa, sin
hacérmelo notar nunca directamente, aceptaban mal mi elección. La sufrían como una
carencia. Necesitaron mucho tiempo para comprender y aceptar.”(Cfr. p. 49)
Cuando los Hermanos llegaron a Cuba,
su vocación para algunos “incompleta” no era bien vista o comprendida. Recuerdo
en mi caso, las burlas y comentarios irónicos de un sacerdote sobre mi vocación
como Hermano y era 2002. En las crónicas de la fundación del Colegio del Sagrado
Corazón de Jesús de Guantánamo, se narra
que “los inicios fueron duros debido a la poca hospitalidad ofrecida por los
pobladores que no veían bien a estos “curas extranjeros” vestidos con sombrero
de tres picos y estrafalariamente”.
En cualquier caso, el joven
Augustin se encontró en medio de muchos chicos de su edad que deseaban ser
Hermanos para toda su vida, pues en aquellos años “la vocación sacerdotal o
religiosa era considerada como un honor para la familia, un estado superior.
Con un matiz notable: hacerse Hermano no era bien comprendido. Un muchacho capaz
de estudiar que entraba en las órdenes normalmente debía orientarse hacia el
sacerdocio. Finalmente, y sobre todo, optar por la Vida religiosa, era
renunciar al mundo. Cuando partíamos para el Noviciado menor de los Hermanos,
la perspectiva evidente era que no volveríamos más a nuestra casa. En efecto,
los novicios menores no regresaban a sus casas durante las vacaciones. Ésa era
una gran diferencia con los Seminarios menores. Estos seguían el régimen de los
internados de la época: vacaciones en familia más o menos cada seis semanas.
Durante las vacaciones mi hermano, seminarista mayor, vivía en nuestra casa” (Cfr.
45 – 46)
A esto sumemos, la experiencia de
desarraigo del entorno familiar, los cambios físicos y psicológicos de la
adolescencia, el ambiente tan anticlerical que empezaba a respirarse en Francia
en estos años. Tuvo valor el joven Augustin al decidir ser Hermano Lasallista,
tuvo mucho valor.
Valor para decidir ante las presiones de su sociedad.
Valor para dejar la familia atrás.
Valor para decir Si al Señor.
Valor para entender que su vocación era para siempre.
Valor para ser educador de generaciones.
y todo para seguir a Jesús al estilo de La Salle.
Manuel Bonet