En el 2005 varios países celebraron el Centenario de la presencia de los Hermanos Lasallistas: México, Cuba, Puerto Rico...
En aquel entonces pude gracias a Dios revisar fotos, anuarios de los colegios lasallistas cubanos y mucha papelería relacionada con la labor de los Hermanos durante este primer centenario (1905 - 2005). Pude publicar entonces un artículo en la revista Palabra Nueva de la arquidiócesis de La Habana: Centenario de La Salle en Cuba que se puede buscar en la red y una Cronología mínima de la obra lasallista en las Antillas, todavía inédito y que hace unos meses pude recuperar gracias a manos amigas que lo guardaron a través de los años. En ese primer artículo hay una foto de los Hermanos, raíces les llamó algún alumno, que fundaron la obra lasallista en nuestra patria.
Si hubiera sabido que hoy necesitaría muchas de esas fotos o esos archivos, creo que los hubiera guardado con mayor sigilo, pero el hubiera no existe y no he podido encontrar una foto de aquellos primeros Hermanos lasallistas que llegaron a Cuba, cuando apenas estrenábamos República.
Creo que no no es necesario decir que aquellos primeros Hermanos, la mayoría franceses, supieron hacerse tan cubanos como nuestras palmas, lo pongo entre comillas, porque así lo escribió el Hermano Victorino en sus Memorias. No disminuyo así ni su entrega ni el prestigio del que gozaron y gozan entre nuestro pueblo.
La Habana, estrenando República. |
El H. Vivienten Aimé, Asistente,
presentó al Hno. Gabriel Maria la petición de fundar en La Habana, donde los P.
Dominicos ofrecían la posibilidad de abrir una escuela gratuita en su
parroquia. Para tramitar la fundación se
nombró al H. Adolfo Alfredo. Era el año
del Señor de 1905. Para entonces los Superiores habían pedido al Hno. Réticius,
Asistente del Superior General para los Distritos de Reims, Bezancon y Canadá
del Canadá, que dirigiese una circular a
los Hermanos que se encontraban en América del Norte solicitando Hermanos para
enviar a Cuba, “donde se ha empezado a gestionar una fundación” pues confiaban
plenamente en la Providencia y en las hábiles del Hermano destinado para tratar
esta fundación.
El Hno. Adolfo Alfredo, llegó a
La Habana el 1º de febrero, hospedándose inicialmente en el Hotel Florida,
entre las calles Obispo y Cuba (actual Floridita) e inmediatamente comenzó a
buscar cómo construir sobre roca firme la obra lasallista en Cuba. Las
dificultades aumentaban cada día y se hacía cada vez más cercano el regreso a
Francia, con las manos vacías. Providencialmente días antes de partir, se
encontró con el obispo de La Habana, Mons. Estrada González que le invitó a
alojarse en el Palacio Episcopal en los siguientes términos:
- “No,
mi buen Hermano, usted no puede marcharse sin dejar establecidas las
fundaciones que le han encargado sus superiores. Usted vendrá a vivir aquí, que
es su casa, y mi mesa será la suya, será mi huésped, mi invitado sin coste
alguno. Es mi deseo que usted no se marche sin dejar instalada en mi Diócesis
su congregación.”
Con la ayuda del Sr. Obispo,
pronto se tejió una red de relaciones con un grupo de colaboradores entre los
cuales se encontraba el P. Vicente Leza, S.J, Rector del Colegio de Belén, que
ofreció algunas habitaciones del vetusto edificio que habitaban en La Habana
Vieja; al Sr. Francisco Penichet, Presidente de las Conferencias de San Vicente
de Paúl; y a un grupo de Antiguos Alumnos del Colegio Condal y del Colegio
Bonanova de Barcelona, donde el Hno. Adolfo Alfredo había sido Director. El deseo del Hno. Adolfo Alfredo era poder
abrir una escuela gratuita solamente, pero regresaba con dos escuelas disponibles
en La Habana: una, gratuita, al amparo de los Jesuitas; la otra, bajo la tutela
de los P. Dominicos del Vedado.
Una vista de La Habana. |
El 31 de marzo se firmaba el
contrato de alquiler de una casa en Línea, # 60 esquina a D, perteneciente al
Sr. Guillermo García Tuñón. Monseñor González y Estrada pagaría el alquiler de
esta casa durante los cuatro años del alquiler: 170 pesos oro español, además
de regalar otros dos mil pesos oro español para los gastos de adaptación y
mobiliario.
Mientras tanto se escogieron once
Hermanos de los que se ofrecieron cómo voluntarios. Siete de ellos provenían de
aquel primer grupo llegado el 1º de marzo a Canadá: HH. René Gustavo, Reginald Césareo, Quadrat León,
Sulpicio, René Edmundo, Hioram Juan y Nymphas Victorin. Los otros cuatro eran: Melian Sergio, Martín
Adrias, Marutas Arsenio todos francocanadienses y Rogaciano anglocanadiense.
Algunos más habrían de llegar directamente de Francia.
El 10 de junio salían desde el
puerto del Havre en el buque “La Bretagne” rumbo a New York: los HH. Hadelin
Marie, Henri Joseph, Gemel, Joseph Cassien, franceses y el canadiense Hermano
Rogatian. El Hno. Josph Cassien, aunque francés de nacimiento, conocía a la
perfección el español, tras 28 años de trabajo apostólico en España, donde
había sido iniciador de la obra lasallista en Madrid. Tenía trato con algunos
exalumnos radicados en Cuba, por lo cual su presencia era verdaderamente
inestimable. Tras ser despedidos por el Superior General. A su llegada le
recibieron los HH. Imier de Jesús, futuro Superior General, Adolfo Alfredo y
otros Hermanos.
El 19 de junio del mismo año el
Hno. Imier de Jesús está otra vez en los muelles junto al Hudson y le acompañan
el Hno. Adolfo Alfredo y el Hno. Gemel, Visitador del Canadá. Están esperando
el barco que trae a los cuatro Hermanos que habían embarcado en el Havre, nueve
días antes.
En la noche del 19 de junio, tras
desembarcar en New York, partieron para Montreal, Canadá, donde formaron el
grupo de los Hermanos que vendrían a Cuba. En las riberas del río San Lorenzo,
en Longueil se constituyó una especial academia de la lengua española, bajo la
dirección de los HH. Hadelin Marie y José Casiano.
Según Manuel R. de Bustamante, “La
misma noche, acompañados del Visitador del Canadá, los viajeros se dirigen al
colegio de Longueil, “Deliciosa ciudad - escribirá años después uno de ellos -a
orillas del majestuoso San Lorenzo que la separa de Montreal”, para integrarse
en la comunidad que se ha formado dentro de la comunidad del plantel, la cual
es una como academia literaria, en la que están recibiendo un intensivo curso
de español y familiarizándose con la Geografía y la Historia de Cuba, nación
que va a ser su campo de acción, y admirando las hazañas de sus grandes en la
guerra emancipadora, y enamorados de lo que le dicen del clima y vegetación ya
aman a su nueva tierra de adopción. No van a adaptarse al pueblo cubano, porque
ya se han adaptado, ya se sienten cubanos, por eso allí en Longueil les llaman
“los Hermanos Cubanos”.