miércoles, 14 de octubre de 2015

Sobre roca firme: Juntos hacia los altares III

El próximo domingo - Domingo Mundial de las Misiones (DOMUND) - el papa Francisco canonizará a Louis Martin y Azelie - Marie Guerin, papás de santa Teresita del Niño Jesús. Matrimonio fecundo con numerosos hijos e hijas, de los cuales pronto algunos volaron al cielo en edad temprana y el resto profesó como religiosas en la Orden de las Carmelitas Descalzas y en la Orden de la Visitación de Santa María. 

Ellos son un poco los culpables de esta sección en mi blog, que rompe con el estilo en que presentaba a estos testigos de Jesús

Me llamo Luis Martín, soy relojero y aunque nací en Burdeos, me establecí hasta el fin de mis días en Alencon, en el norte de Francia.  Quise ser benedictino, pero al no saber latín, los monjes me dijeron que esperara y que estudiara mientras tanto. 

En la espera el latín se convirtió en un gran problema para mí, sin embargo mis manos hacían maravillas con los relojes. El negocio de los relojes prosperaba y mi deseo de ser todo de Dios, aunque no disminuía se convertía en un sueño en mi horizonte. Dios me empujaba por otros caminos.  Un buen día, cruzando uno de los puentes de Alencon, me encontré con Celia.

Soy Celia Guerin, aunque nací en Saint –Denis –sur – Sarthon, me establecí en Alencon y quise ingresar entre las Hijas de la Caridad. Al no poder hacer realidad mi deseo, me dediqué al bordado.  Sobre el puente de San Leonardo que une a la ciudad, conocí a mi futuro esposo.

La Providencia nos dio la dicha de poder tener una descendencia numerosa: algunos  pronto volaron al cielo(dos chicos y dos chicas), y el resto, se consagraron al Señor: cuatro como Carmelitas Descalzas y la quinta, monja de la Orden de la Visitación de Santa María.  A una de ellas le conocen todos, es Santa Teresita del Niño Jesús, nuestra benjamina.

Establecimos nuestra residencia en Los Buisonnettes, una casa grande con hermoso jardín. Aunque en ocasiones visitábamos a nuestros familiares. A Louis le gustaba pescar, así que en ocasiones íbamos todos de pesca.  Algunas tardes, nos refugiábamos  en una casita como torre que poseíamos fuera de la ciudad, era algo pequeña, pero servía para descansar y ver crecer las flores.  

A pesar de las exigencias del trabajo y de las atenciones a la familia, hallábamos espacio para Dios. No había día que no asistiéramos a Misa, a las 5: 30 a.m., a la única a la que asistían las personas pobres o trabajadoras.  El rezo en familia del rosario, el descanso del domingo que no excluía la misa, la celebración del año litúrgico eran prácticas comunes.  En el hogar se puede y se debe rezar cada día.

En casa se compartía el pan con el hambriento, el dinero del boleto, la misma sonrisa y la bendición de Dios.



Hicimos sin darnos cuenta de nuestras acciones y deseos una sola voluntad, así cuando Zelia enfermó, buscamos ayuda en los médicos y en Dios.  Cuando regresó del Santuario de Lourdes, en su rostro no había tristeza, sino resignación.  Sus últimas jornadas fueron una oleada de vida y gozo para todos.

Enferma de cáncer de mamas veía como mi vida se deshacía a prisas. Mis hijas aún pequeñas algunas necesitarían de mí, pero  el deseo de luchar y rebelarme fue sustituido por la confianza en Dios. El velaría por cada una de ellas. En mí solo quedaba el deseo de poder hacer su voluntad. 

Tras la ausencia de Zelia, las niñas continuaron creciendo y poco a poco cada una fue a ocupar el lugar deseado en la vida religiosa.  Para mí, la vida se hacía cada vez más callada, más simple, más vacía.

Aquejado de demencia, fui recluido en un asilo mental, el Bon Sauveur en Caen.  En el asilo ayude a otros a encontrarse con Dios.  En ocasiones pude visitar a mis hijas, carmelitas descalzas.

Vacías las manos, el corazón dispuesto, fui al encuentro con Dios.

manuel Bonet