martes, 10 de enero de 2017

Un futuro cardenal del siglo XIX, en la historia de Cuba


En Quintana del Pidio, provincia de Burgos nací un 18 de junio de 1833. Hijo de Ambrosio Sancha y Baltasara Hervás.  Ante una muerte pronta, un vecino del pueblo con el “agua del socorro”, le robó al párroco el privilegio del bautismo.
Mi herencia fueron los callos en las manos de mis padres pues siempre fuimos campesinos pobres sin hacienda ni propiedades.
Beato Ciriaco María Sancha y Hervás.
Tapiz de la beatificación.
Algo descubrió mi padre en mi que me permitió tomar clases de latín y de gramática, lo que me permitió con la ayuda del párroco ingresar en el Seminario de Santo Domingo de Guzmán en Burgo de Osma (Soria). Por mis resultados y mis actitudes obtuve una beca que me permitió ampliar los estudios sacerdotales. El 27 de febrero de 1858 fui ordenado sacerdote.  Aún recuerdo las palabras del celebrante y el óleo oloroso en mis manos, lo rápido que se agita el corazón cuando las manos de los presbítero se imponían en mi cabeza, junto a una gran certeza: “portas un tesoro en una vasija de barro”.
En septiembre de 1861 obtuve el título de licenciado en teología en el Seminario Pontificio de Salamanca y al año siguiente dejé España, y partí como Secretario de Mons. Primo Calvo Lópe, nuevo Arzobispo Santiago de Cuba.

Anillo y pectoral del Beato Ciriaco María Sancha.
http://www.architoledo.org/centenario_sancha_blanco/exhumacion_sancha/slides/006.html 
En 1868 en Cuba estalla la Guerra del 68: los criollos buscaban independizarse del gobierno español. El caos, la proliferación de enfermedades tropicales, la falta de alimentos y el aumento de heridos de ambos bandos, me impulsó a buscar una respuesta a aquel contexto de misericordia. Dios que va escribiendo derecho en renglones torcidos, me permitió conocer a través de la reconciliación y la dirección espiritual a un grupo de señoritas que se convirtieron en la semilla de las Hermanas de los pobres inválidos y niños pobres, hoy Hermanas de la caridad del Cardenal Sancha.
En este período fui nombrado Vicario capitular sede plena, y viví el cisma de la Iglesia de Santiago de Cuba cuando el gobierno español nombró Arzobispo a un sacerdote sin contar con la Santa Sede. Aquella situación me condujo a la cárcel y al destierro entre octubre de 1872 y abril de 1874. Al concluir el cisma, continué con mi labor pastoral. De aquellos años fueron los primeros tramites para lograr la unión de mis Hermanas de la caridad a las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, por lo cual estas se vieron en la necesidad de trasladarse a la isla de Cuba y así, providencialmente, empezó su expansión misionera en Hispanoamérica.
El 7 de julio de 1875 recibí el anuncio de haber sido presentado para obispo auxiliar de Toledo con sede en Madrid, y ese mismo día contesté con un gran fiat a la voluntad de Dios. Finalmente el 12 de marzo de 1876 recibí la consagración episcopal de manos del cardenal de Toledo, asistido por los Obispos de Ávila y Pamplona.  Desde aquel día, añadí a mi nombre de pila, el nombre de María, como expresión de mi afecto y devoción.

Solideo del Beato Ciriaco María Sancha.
http://www.architoledo.org/centenario_sancha_blanco/exhumacion_sancha/slides/006.html

Durante este período mi labor pastoral aumento al confiárseme la animación pastoral de la vida religiosa de la arquidiócesis de Toledo, teniendo encuentros con las diferentes y numerosas comunidades religiosas. Así conocí a santa Vicenta María López y Vicuña que ponía las bases para la fundación de las religiosas de María Inmaculada con un amplio apostolado entre las sirvientas y personal de servicio doméstico.
En 1882 fui nombrado obispo de Ávila, mostrando mi mayor preocupación en los sacerdotes y las vocaciones sacerdotales, principalmente de aquellos jóvenes pobres que deseaban ser sacerdotes un día. Ellos deben ser la intención más cercana al corazón de todo  obispo, porque la primera es el deseo de estar con Jesús sacramentado.
Preconizado como obispo de Santiago de Compostela, la mano providente de Dios se manifestó de tal manera que fui nombrado obispo de Madrid – Alcalá. Confiado en María Santísima, el 8 de diciembre de 1886 entré en mi nueva diócesis. En 1892 pasé a la archidiócesis de Valencia y dos años más tarde, fui promovido a cardenal con el título de San Pedro “in Montorio” por mis perseverantes trabajos apostólicos en Cuba, Ávila, Madrid y Valencia, pero lo que la bula no decía es que mi trabajo episcopal tenía sus cimientos entre los pobres con quienes compartía fe y vida.

El 25 de febrero de 1909 el Señor me llamó a su lado, pobre, pobre, el cardenal de Valencia.
Urna - relicario del Beato, en la Capilla de San Pedro, Catedral de Toledo.
Fotografía David Garrido en www. preguntasantoral.es
Manuel Bonet Ochoa

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