miércoles, 11 de junio de 2014

Mártir de la fe: Beato Jaime Oscar Valdes

Lugar de nacimiento: La Habana, 1891
Lugar de martirio: Valencia, España, 1936




Beatificación: Tarragona, 13 de octubre 2013.  
Causa: Beato Mauricio Iñíguez de Heredia y 23 compañeros religiosos de la Orden de San Juan de Dios.  




Me llamo fray Jaime Óscar Valdés y soy hermano hospitalario. No puedo decirles quienes fueron mis padres pues fui abandonado por mis progenitores en el torno de la Casa de Maternidad y Beneficencia de La Habana. Allí me bautizaron y me pusieron el nombre de Armando Óscar. Las religiosas Hijas de la Caridad que atendían aquella casa me enseñaron a descubrir que Dios es padre y madre de aquellos que se confían a Él.

En los años de la Casa Cuna forme parte de la célebre banda de Beneficencia de La Habana y aprendí un oficio, zapatero que me permitió sostenerme económicamente al salir de esta Institución. Durante aquellos años en mi corazón surgió el deseo de consagrarme a Dios y dedicarme a la vida hospitalaria.

Tras la muerte del querido fray José Olallo Valdés, en el hospital de Camagüey, la orden hospitalaria había desaparecido en Cuba. Para poder ser religioso hospitalario tuve que abandonar mi querida patria y trasladarme a Ciempozuelos, España. Allí empecé a identificarme con el carisma caritativo de San Juan de Dios: amar y servir a los enfermos. Al terminar mi formación como enfermero, fui admitido a profesar en este instituto tan querido, para ello tome el nombre de fray Jaime. Mis primeros destinos como religioso hospitalario nuestras casas en Ciempozuelos, Pamplona y San Rafael (Madrid).

En 1920 la Orden hospitalaria de San Juan de Dios regresa a Colombia y se pedían misioneros para rehacer nuestra presencia en este país. Me ofrecí como voluntario y pronto fui enviado a esta tierra  como un religioso más.

En 1928 fui destinado a prestar mis servicios en la Casa de Bogotá, ejerciendo el cargo de prior de este centro hospitalario. Después de darme sin medida en medio de los enfermos colombianos, fui llamado nuevamente a España, ahora al Hospital Infantil de Barcelona (1931). Después de una breve estancia en  Carabanchel Alto, la obediencia me destino a la comunidad del Asilo - Hospital de La Malvarrosa, Valencia (1936) encargado de la sección de la ropería y de la farmacia. Era una obra caritativa que acogía a  “niños escrofulosos, raquíticos, lisiados y huérfanos pobres”.


En esta casa donde se atendían a niños discapacitados, conocí los horrores de la llamada Guerra Civil Española: arrestados en nuestra propia casa, somos asediados por los milicianos que registran nuestras dependencias continuamente. En su afán de buscar armas que no existen, roban y destruyen cuanto objeto religioso encuentran a su paso. No se han dado cuenta que nuestra única arma es ese Cristo crucificado que han mutilado y destrozado.  

El 7 de agosto de 1936 después de un riguroso registro con amenazas y groserías, escucho decir al prior: “Estaba convencido de que me mataban aquellos energúmenos; si esta vez no lo han hecho, no tardarán mucho en fusilarme, pero estoy muy conforme en dar la vida por el triunfo de la religión y de España”

Nuevamente regresan los milicianos en la noche,  irrumpen para registrar una vez más el hospital, además de exigir todo el dinero que había quedado para pagar los suministros de la institución.   En esta ocasión obligan al superior de la casa a acompañarles; sin dudarlo, me ofrecí  para acompañarle en aquella hora de las tinieblas. Pasamos nuevamente por cada habitación y dependencia de la residencia, en mi cuarto encuentran un aparato de tomar la presión que confunden con un aparato de trasmisión en clave Morse. Me acusan de espía y al buen superior, fray Leoncio, de cómplice. No hay manera de darnos a entender y somos arrestados. Esa noche en el campo llamado “Les Oliveretes”, muy cerca del Hospital caímos martirizados  por las balas comunistas.
  
Beato Fray Leoncio Rosell Laboria.
 




No hay comentarios:

Publicar un comentario