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viernes, 27 de junio de 2014

Un pasionista en la radio cubana

Si hubiese un nuevo vitral para los mártires pasionistas de Daimiel, pediría que dibujaran al P. German de Jesús y María con una radio junto a la palma del martirio. ¿Por qué un radio? Verán, durante doce años como misionero en Cuba, usó todos los medios posibles para predicar a Cristo Resucitado y un medio que le llegó a fascinar, fue el apostolado de la radio. 

Tapiz de la beatificación en 1993
Beato Germán de Jesús y María (Manuel Pérez Giménez)

Nació el 7 de septiembre de 1898 en Cornago, La Rioja.
Martirizado el 22 de julio de 1936 en Carabanchel  Bajo, Madrid.
Beatificado el 1º de octubre de 1993 por S. Jua Pablo II en Roma

Me llamo Manuel y de niño me llamaban Manolo: ¡Manolo no te subas ahí!, ¡Manolo que te comas toda la sopa de papas! ¡Manolo cuándo serás bueno! – me decía mi madre, Doña Vicenta cuando me curaba algún raspón fruto de alguna caída. Yo le contestaba muy seguro de mi, ¡Un día madre, un día, y hasta cura seré, verás!.

San Pablo de la Cruz

Así que un buen día me fui al seminario de los Padres Pasionistas y en 1914 vestí el hábito de San Pablo de la Cruz, con corona de espinas y Cruz al hombro. Aquel año me llamaron Germán de Jesús y María. Un año más tarde pude emitir mis primeros votos religiosos en Corella, Navarra.

Después de los votos me  enviaron al convento de Daimiel junto al Cristo de la Luz. Allí bajo su mirada se rezaba y se estudiaba, se estudiaba y se rezaba. Al terminar mis estudios literarios y filosóficos fui enviado a Roma para estudiar teología y aprender Roma claro está. Finalmente en 1925  fui ordenado sacerdote de Cristo para siempre. Cuanta alegría al poder consagrar  con mis manos el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor, pues mis manos Señor, amasan tu Cuerpo, tocan  tu Sangre.

En 1926 me enviaron a Cuba para reforzar las comunidades pasionistas allá fundadas. Primero a La Habana y de allí, dos años a Santa Clara para aprender a ser pasionista en Cuba, finalmente coadjutor a Caibarién. Caibarién me acogió como su hijo durante doce años  de intenso y fecundo apostolado: Misiones, confesiones, los Caballeros Católicos, y del púlpito a la radio. En  Caibarién, el Sr. Manolín Álvarez instaló la primera emisora de radio en el país y para ser más exacto, en Caibarién. 

Parroquia Purísima Concepción deCaibarién

Aquella estación de radio trasladaba sus instalaciones a nuestro templo para trasmitir por radio la Misa cantada. Así desde el 15 de septiembre de  1929 hasta 1935, domingo tras domingo celebraba la misa por radio  para aquellos que no podían llegar ella por estar en casa enfermos. En un pueblo cercano deseaban tener una capilla y hasta allá iba a celebrar los sacramentos y pronto hubo una catequesis que incluía o solo a los niños sino a los jóvenes y a los adultos. 


En 1935 el Capítulo Provincial me nombró Superior del convento de Daimiel. Lo primero que hice en Daimiel fue pedirle a mi Cristo de la Luz que me permitiera andar en su presencia. Superior de nuestra casa de formación, el Señor me pedía vivir cada día con total coherencia nuestra regla hasta en los más mínimos detalles, que ser formador es cosa seria. Miren, imagínense que en sus manos hay un poco de barro y con ellas le dan forma hasta sacar una hermosa vasija. Pues así es la formación, dar forma a los chicos que tienen un corazón de oro, pero la fragilidad del barro. 

Casa Pasionista de Daimiel 

Pedí a mis hermanos pasionistas que organizaran la catequesis en los pueblos de La Paz y San Roque. Toreamos piedras los primeros días, pero luego solo eran escupitajos al suelo que pisábamos, estas acciones las informaba a nuestros superiores mayores pues temía por aquellos que me había confiado.

Horas antes del estallido revolucionario llegó a nuestra casa, el P. Nicéforo de Jesús María, nuestro provincial.  No sabía que pronto comenzaría el verdadero Calvario para todos.

 La noche del 21 de julio de 1936, nuestra casa fue rodeada por cientos de milicianos. El hermano portero nos despertó para darnos la noticia. Antes de despertar al resto de la comunidad, notifiqué al P. Provincial la gravedad de la situación y después de escucharme, convocó a la comunidad a la Iglesia.    

Reunidos todos, el P. Nicéforo nos invitó al martirio  y de sus manos, recibimos el Pan del cielo como último consuelo antes de abrir las puertas de la Iglesia. Era nuestra hora, la hora de Getsemaní. Allí queríamos el martirio, pero todavía no era la hora de Dios. 

Foto del Beato Germán de Jesús y María creada por el P. Ricardo San Millá, c.p. 
Nos condujeron amarrados hasta la estación de ferrocarril y en pequeños grupos nos  dirigimos a Madrid. Me acompañaban el P. Felipe del Corazón de Jesús, también misionero en Cuba y los estudiantes José de Jesús y María,  Julio del Sagrado Corazón, Laureano de Jesús Crucificado, Anacario de la Inmaculada y Felipe de San Miguel.  En Ciudad Real nos apresaron los milicianos y nos condujeron amarrados con sogas al cuello por la ciudad al Gobierno Civil. El gobernador nos dio un salvoconducto para llegar a Madrid, pero aquel papel, era una sentencia de muerte pues estaba dado a los PP. Pasionistas de Daimiel. 

En la tarde del 22 de julio tomamos el tren entre gritos y maldiciones de los milicianos y la muchedumbre que se había reunido en la estación de trenes. Al llegar a la estación de Carabanchel Bajo nos obligaron a bajar del tren y las balas de nuestros hermanos nos quitaron la vida por seguir a Cristo Crucificado.