Se acerca el sínodo de los obispos, nuevamente el tema del matrimonio será tema de discusión por pastores y expertos en el tema. Durante su celebración ha habido numerosas aportaciones y el Papa Francisco ha pedido que las reliquias de los matrimonios que la Iglesia ha reconocido como beatos acompañaran las sesiones del mismo. Se trataba de los beatos Luigi y María Luisa Quattrocchi, los beatos Louis y Celia Martin y su hija, Teresita de Niño Jesús, carmelita descalza y doctora de la Iglesia, por quien el Santo Padre manifiesta singular devoción.
He buscado en numerosa bibliografía, aquellos matrimonios que podemos llamar canonizables. En los últimos cuatro siglos, he podido encontrar solamente 24 causas de beatificación, algunas muy adelantadas. De ellos y ellas quiero escribir en las próximas entradas, aun cuando sobre algunos no hay datos o son prácticamente desconocidos.
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Tapiz de la ceremonia de beatificación. |
BB. María Luisa
Corsini de Beltrame y Luigi Beltrame Quattrocchi
Se acerca la clausura del Sínodo
de las Familias en Roma, y se ha confirmado la canonización del matrimonio
Celia Guerin y Louis Martin, padres de santa Teresita del Niño Jesús. Algunos hablan de la ausencia de los
matrimonios en los altares, y aunque es cierto, creo que existen matrimonios
que juntos caminan a los altares y me he comprometido a buscarles y ofrecerles
algunas entrevistas.
Los primeros que busco en los
corredores del cielo, son a los esposos María y Luigi, los primeros en ser
beatificados como matrimonio en la Iglesia, el 21 de octubre de 2001. Su beatificación fue una “singular
confirmación de que el camino de la santidad recorrida juntos, como matrimonio, es posible, hermoso y
extraordinariamente fecundo, y es fundamental para el bien de la familia, de la
iglesia y de la sociedad” dijo S. Juan Pablo II ese día.
- ¿Quiénes
son María y Luigi? ¿Cómo se conocieron?
- Maestra
y madre de familia de tres chicos y una chica, algo escritora y periodista; mujer
de paz y de diálogo, tuve unos padres con caracteres difíciles, con muchas
diferencias entre ellos, sin embargo, al poner la mesa, dentro de la servilleta
de cada uno colocaba una hojita de olivo como invitación a sanar las rencillas
diarias.
- Abogado
y padre de familia – dice Luigi
mientras sonríe-, conocí a María
en Roma, donde me había establecido. Enfermé de cierta gravedad en 1904
y María me envía una imagen de la Madona de Pompeya, aquel gesto me hizo pensar
en la posibilidad de unir nuestras vidas a través del matrimonio.
- ¿Cuándo
se casaron? ¿Cuándo unieron sus vidas?
- El
25 de noviembre de 1905, en la basílica de Santa María la Mayor de Roma, nos
instalamos en la casa de los papás de María – sigue Luigi -, donde convivimos
no solo con mis suegros, sino con los abuelos de ella. Pudimos con mucha prudencia sentar las
bases de nuestro matrimonio.
- ¿Alguna
dificultad en estos años?
- Claro
- responde María –, la llegada de los hijos fue un período de dudas e
incertidumbre, el olvido de si mismo, la renuncia de muchas actividades para
poder estar atentos a cada uno de los niños. Primero llegó Filippo y luego Stefania, al quedar embarazada
del tercero, Luigi viajó a Sicilia por unos días. Angustiada y sola, le escribí
a mi esposo: “¿De dónde sacaré fuerzas para pensar en dos hijos, para soportar
el cansancio físico y fisiológico del embarazo y de todo lo demás? Puedes creer
que me siento realmente desesperada”. Pero la gracia de Dios que se renueva en
cada persona a través de los sacramentos, me ayudó a reencontrarme conmigo
misma y así llevé adelante el tercer embarazo.
- Después
de nacer Cesarino, concebimos un
cuarto bebé, Enrichetta, María comenzó a sufrir numerosas y violentas
hemorragias – explica Luigi -, el médico que nos auxiliaba recomendaba la
interrupción del embarazo. Ninguno quería eliminar la vida que crecía en su
interior, así que dijimos ¡no!. El doctor, me dijo: “¿No se da usted cuenta de
que, de esta manera, se va a quedar viudo con tres pequeños a su cargo?”. La respuesta volvió a ser “no”, pues no
existen razones aun siendo graves y dramáticas, que puedan jamás justificar la
eliminación deliberada de un ser humano inocente. Finalmente, cuatro meses más
tarde, nació la pequeña sin dificultades para ella y María.
- Padres
de sacerdotes y religiosas, ¿cómo vivieron el proceso vocacional de sus hijos
en casa?
- Creo
- dice María –, que para mí fue un momento de mucha dicha como madre, cuando
Filippo y Cesarino nos dieron a conocer
sus deseos vocacionales hacia la orden benedictina. Más tarde, fue Stefania quien les siguió por los mismas
sendas de contemplación y al final, Enriquetta, como laica. Sin embargo, quien
más lo sufrió fue Luigi.
- Para
mí – dice Luigi -, fue una sensación de vacío enorme. La salida de Stefania
fue un desgarro, acostumbrado a la familia, veía que pronto nos
quedábamos solos María y yo. El día de la toma de hábito de Stefania, arrodillado
en la reja del coro, lloraba en silencio, consciente del sacrificio que el
Señor me pedía.
- ¿Algún
reto después de la marcha de los hijos?
- Pues
hubo varios - confiesa Luigi –, volví a fumar, algo que detestaba María;
después hubo un período de crisis espiritual, de celos con Dios, de miedo de
Dios, que sentía que me robaba a
María. Más tarde pude reconciliarme con aquel Dios que nos unía más cada día, a
cada paso.
- En
algún momento, pensamos en retirarnos a algún monasterio, pero descubrimos a
través de la dirección espiritual que nuestro lugar, nuestra vocación plena y
fecunda era la vivencia del uno para el otro, a través del matrimonio.
- ¿Qué
fue la beatificación?
- Un
gran regalo, un don que nos hacia el Padre. Normalmente la santidad se expresa en la individualidad del
hombre o la mujer que busca un ser transparencia de Dios en sus obras y ahora,
el Papa decía que en el matrimonio, ambos cónyuges podían llegar a esa
intimidad con Dios - dice Luigi.
- Fue
una revolución para la Iglesia en gestos muy significativos: contar con sólo un
milagro para ambas causas; elegir
el día de nuestro matrimonio como el día para celebrar nuestra memoria
litúrgica; vernos allí juntos, en los balcones de San Pedro delante de miles de
matrimonios que se habían convocado en Roma era una llamada de Dios para todos,
para caminar juntos hacia el cielo.
Oración a los Beatos María Corsini y Luigi Beltrame.
Dios todopoderoso, que has
derramado portada la creación, reflejos de tu infinita belleza y bondad,
haciendo el hombre a tu imagen y semejanza, tanto amas a quienes se entregan
totalmente que nos los pones de modelos quieres que le veneremos y haces
innumerables beneficios y milagros por su intercesión, por ellos y mediante tus
siervos Luigi y María Beltrame te rogamos nos concedas (mencionar tu petición)
y con ello una mayor correspondencia a tu amor.
M. Bonet