Hace unos días me
preguntaron por el Messenger de Facebook, relacionado con el Hno. Victorino, ¿qué
sucede después del decreto de Venerable? Mi respuesta en el acto fue: ¡Hacemos
fiesta! Porque el Señor ha estado grande
con nosotros y estamos alegres. (Sal 125, 3).
El 6 de abril de este
año, el Santo Padre firmó el decreto por el cual reconoce que nuestro Hermano
Victorino vivió las virtudes en grado heroico durante su vida. Quienes tuvieron
la dicha de caminar a su lado cada día, recordaran al hombre callado, que a pesar
de tantas dificultades sufridas hizo del Señor, la roca firme en que construyó
su vida y sus obras (cfr. Mt 7, 24).
Después de introducir y
clausurar su causa de beatificación en Puerto Rico, hubo que esperar para que
se dieran otros muchos pasos en la Congregación de las Causas de los Santos. Finalmente,
ya redactada la Positio, esta se presentó a un grupo de teólogos que finalmente,
dieron su opinión sobre la vivencia de sus virtudes. Este decreto es el cierre
de una etapa de trabajo perseverante y cuidadoso por parte de muchas personas.
El Hermano Victorino
pertenece a la santidad lasalliana, pero también a la santidad de la Iglesia universal,
porque al vestir el hábito lasallista en el lejano 28 de octubre de 1901, su
vida fue cederse poco a poco a la voluntad de Dios que le iría trazando nuevos
destinos en su ruta: Canadá, Cuba, Estados Unidos, Puerto Rico. Por lo cual, el
decreto de Venerable alcanza a cada ex alumno o federado, a cada Hermano o
comunidad lasallista que le conoció o le conocerá.
Con otras herramientas y
otro contexto, el Hermano Victorino fue un hombre de hacer “lío” en la Iglesia
y la sociedad. Lástima que su obra es prácticamente desconocida para muchos más
jóvenes que no vivimos a su lado tantos momentos diversos.
El Venerable Hermano
Victorino es un guiño joven para la Iglesia de hoy.