miércoles, 26 de noviembre de 2014

Hermano Victorino: primeras escuelas lasallistas en Cuba

El 14 de septiembre de 1905, abrían sus puertas los dos colegios lasallistas: 

Escuela del Niño de Belén. Dos salones junto al Colegio de Belén dirigido por los Padres Jesuitas. La escuela gratuita será independiente de la obra jesuita aunque será costeada por ellos. La comunidad estaba formada por los Hermanos: Hadelin Marie, Director; M. Adrias; Sulpicio, Enrique José y Alfonso. Asistían a misa en la Iglesia de Belén. Los Hermanos vivirían en una casa alquilada en la calle Luz, próxima a la escuela.

Colegio de Idiomas y Comercio “San Juan Bautista de La Salle”. Abrirá con 4 clases y el H. Adolfo Alfredo será su primer Director. Cada clase tendrá su Hermano titular: Victorino, René Gustavo, Hioram Jean, Arsenio, Sergio y René Edmundo, mientras el resto serían profesores de especialidades: H. León, Ciencias Naturales; H. Rogatian, inglés; y el H. José Casiano enseñaba el catecismo de clase en clase, haciendo cuentos a los chiquitos. Asistían a misa en la Iglesia Parroquial de los PP. Dominicos.

Uno de aquellos primeros alumnos De La Salle del Vedado escribirá después:

Nunca antes en ningún colegio, habían visto los ya expertos aquellos cristales, por ejemplo, que interrumpían la continuidad de los muros, detrás del elevado buró del maestro, y que nos dejaban ver, al otro lado, la espalda del profesor de la clase contigua. Nunca antes habíamos visto por aquellas latitudes Curas como aquellos vestidos con negras sotanas, tan rectas, ni que usaran cuellos tan blancos, a modo de baberos. Nunca antes se había hecho vestir a los alumnos con aquellas batas o delantales azules que a nosotros nos pusieron. Nunca antes colegial alguno en Cuba había escuchado el apremiante “!Tic, tic!” de aquellos curiosos palitos (la señal) que usaban los Hermanos…

Luego había el acento francés que a muchos de nosotros no hacía gracia con que hablaban el castellano la mayoría de aquellos Hermanos. Entre los diez que comenzaron a laborar en el Vedado, uno tan solo hablaba nuestro idioma a perfección: era un individuo gordo y colorado, de ojos pequeños y dulces, y bondadosa sonrisa. Después supimos que se llamaba el Hermano Casiano, nombre poco vulgar, que al principio nos causó risa con tanta frecuencia…

Además de ese Hermano gordo, había uno flaco y alto que no hablaba apenas el castellano. Aunque estaba con los mayores, pronto supimos todos que era canadiense y que se llamaba Rogatian, siendo su especialidad el Inglés, las Matemáticas, la Contabilidad y los Deportes pues jugaba muy bien el Base – Ball. Estaba, por supuesto el H. Adolfo Alfredo: ese también hablaba muy bien el español, y parecía un diplomático, tanto por su aire atildado y distinguido como por su exquisito trato. Este pasó en seguida al puesto de Visitador, y lo vimos después muy de tarde en tarde. El resto de los Hermanos nos parecieron un montón de jovencitos; especialmente dos de ellos que reunían a los pocos años una baja estatura. Eran el H. Cesáreo y el H. Sergio, y la vida nos ha demostrado después que eran grandes.


Los demás Hermanos que fuimos conociendo no eran ni flacos ni gordos, ni bajos ni altos. Estaba el H. León; que más tarde se distinguiría como Sabio Botánico, cuya fama recorre el mundo; el H. Victorino, piadoso y genial fundador, años después, de la Juventud Católica; el H. Edmundo, autor de muchos de los planos del actual edificio del Colegio de la calle 13; el H. Juan, recto y enérgico; el H. Arsenio, cuya profunda voz amedrentaba a los pequeños hasta que no lo conocían bien, como pasaba también con el H. Gustavo, tal vez el menos joven del grupo, quien enseñaba dibujo a perfección, y exclamaba como un trueno: “¡Turrúndela!” y “¡Sapristi!”, entre bravo y risueño, cuando sus alumnos lo provocaban con sus torpezas artísticas o con sus rebeldías criollas”. (Boletín de la Fraternidad de Antiguos Alumnos De La Salle, julio – diciembre de 1951, Año VIII, No. 23 y 24.)

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