sábado, 4 de octubre de 2014

Palmas Carmelitas: Fray Pedro José de los Sagrados Corazones

Vuelvo a hacer memoria de los numerosos mártires españoles que laboraron en Cuba en la primera parte del siglo XX: lasallistas, hospitalarios,  salesianos, trinitarios y ahora, carmelitas descalzos. Faltan todavía por mencionar vicentinos, jesuitas, agustinos, escolapias...

Las palmas del martirio adornan sus nombres como fieles testigos de la Resurrección pues ellos y ellas acompañan al Cordero y a su Iglesia.

Le toca el turno al Beato Pedro José de los Sagrados Corazones



  • Nació: 22 de febrero de 1861 en Valdeprado, Soria
  • Martirio: 31 de julio de 1936 en Toledo
  • Causa: Eusebio del Niño Jesús y compañeros carmelitas descalzos mártires de Toledo.
  • Beatificación 28 de octubre de 2007 por Benedicto XVI


¡Qué cantidad de tiros hemos dado al Padre Pedro, que hasta el techo han saltado los sesos! – vociferó el miliciano al Dr. Emilio al pedirle agua.

Sus restos mortales quedaron tirados en la calle junto a sus compañeros de comunidad y martirio, hasta que algunas horas más tarde fueron recogidos en un camión de escombros.

Me llamo Pedro José de los Sagrados Corazones y soy carmelita descalzo. Al morir mi padre, un tío me ayudó y pude sacar el título de maestro ejerciéndolo en Aldeaelcardo, del partido judicial de Ágreda. Con mi trabajo, podía ayudar a mi madre y ayudar a sacar adelante a mis hermanos más pequeños. En aquellos meses, una chica me enamoró, pero en mi corazón bullía un deseo de Dios que me invitaba a la soledad de los valles y la vigilia ante la mirada del sagrario. Corté con la chica de los ojos hermosos y le dije que me iba a algún convento.

Tumba de san Juan de la Cruz en Segovia

Ingresé al seminario y  el 28 de agosto de 1885 fui ordenado sacerdote. Me nombraron párroco de Tañanine, luego me enviaron a la villa de Pradejón, en Logroño, nuevamente como párroco hasta mediados de 1894.  Tras morir mi madre y con mis hermanos casados o instalados en algún buen trabajo, pedí ingresar en el Desierto carmelitas de las Palmas, en Logroño. Allí tomé el hábito descalzo, el 7 de julio de 1894.   En octubre el noviciado fue trasladado por los superiores a Segovia, lugar santificado por la presencia de los restos de nuestro Padre fray Juan de la Cruz. A la sombra de su sepulcro pude saborear su obra y su legado:

la noche sosegada
en par de los levantes de la aurora,
la música callada,
la soledad sonora,
la cena que recrea y enamora

El 7 de julio de 1895 hice mi primera profesión firmando el acta conventual con el nombre de fray Pedro José de los Sagrados Corazones. De 1896 a 1898 me destinaron al Carmelo de Alba de Tormes, cerquita del sepulcro de Santa Teresa.   

En enero de 1900 fui destinado al Carmelo de Cuba, donde la comunidad me acogió en su residencia en la iglesia de San Felipe Neri, entre Obrapía y Aguiar. Allí me dediqué al ministerio de la predicación y la administración de sacramentos a enfermos que lo solicitasen. Era una isla devastada por la guerra y en la que se percibía la búsqueda de un nuevo sendero para despertar su identidad como nación. En algún momento escribí un opúsculo que titule La buena prensa, seguido por un intenso apostolado por promover las buenas lecturas en La Habana.       

Virgen del Carmen en La Habana. 

Fui testigo de la instauración de la República y de los primeros años de una Cuba nueva que buscaba el esplendor de su cultura y su economía. Finalmente en 1906 volví a España.

En mi patria recorrí los monasterios descalzos que me volvían a unir con mi apreciado san Juan de la Cruz: Alba de Tormes, Ávila, Salamanca y nuevamente Alba. En mayo de 1924 fui destinado a Toledo, mi última obediencia.     

En Toledo me ocupaba de confesar a los estudiantes y daba clases de Teología Moral, Derecho Canónico y Liturgia. Era “el viejo” de la Comunidad,  pero en broma me llamaban “el joven” pues el corazón y el espíritu lo mantenían siempre joven. Allí viví las amenazas del 31 y más tarde, en julio de 1936 me tuve que refugiar en la casa del médico de la Comunidad, el Dr- Emilio González Orué.

Lugar del martirio. 

Apresados por los milicianos a mis 75 años apenas podía bajar las escaleras. En aquellas escaleras comenzó mi calvario, me llevaban de último, precedido por los otros seis frailes que iban de dos en dos atados de las manos. Con las manos en alto y a golpes de culatazos me fuero empujando  tras la Comunidad. Pensaron que cómo era el más viejo era el superior de la casa, así que me registraron una y otra vez. En un momento, dejándome salir a flote mi miedo o mi enojo ante los golpes innecesarios, me volteó y les grito:

 -¿Qué mal os he hecho? ¿Por qué me vais a fusilar?

Las palmas del martirio nos son dadas cerca de los cobertizos, entre el costado de la iglesia y la huerta del convento. Me vuelven a registrar, me hacen descalzar y hasta revisan mis calcetines. Fray Plácido (1912 - 1936), nos anima una y otra vez, antes de caer baja las balas comunistas. 



El Carmelo Descalzo se viste de martirio.

Manuel Bonet

miércoles, 1 de octubre de 2014

Las raíces de un hombre

¿Cómo entender a un hombre si no se conoce el horizonte de su mirada? ¿Cómo adentrarse en el corazón de un hombre si no se ha visto el paisaje que albergaron sus ojos? ¿Cómo descubrir sus raíces sin entender el entorno, el contexto social, su cultura?

El Hno. Victorino nació en un pueblito llamado Orzillon, perteneciente a la diócesis de Le Puy, en el sur francés. Cerca de su pueblo, el río Loire corre en medio de un paisaje agreste y hermoseado de vegetación, es el Haute - Loire. 

La diócesis de Le Puy - en  - Velay guarda como tesoro precioso, las primeras huellas del camino francés a Santiago de Compostela. Conocido con el nombre Vía Podiense, Podense o Podenses recorre varios miles de kilómetros antes de prolongarse en Roncesvalles y de allí dirigirse en tierra española hacia Compostela. El primer peregrino fue el obispo Gotescalco, obispo de Le Puy  - en - Velay, quien acompañado de un numeroso séquito, emprendió el camino hacia la tumba del apóstol encomendándose antes a Notre Dame du Puy.



Pocos detalles se tienen del itinerario recorrido, sin embargo esta primera peregrinación está autentificada por los escritos de Gomesano, monje del convento español de San Martín de Albelda, cerca de Logroño: "El Obispo Gotescalco, animado de de una manifiesta devoción, ha dejado su país de Aquitania, acompañado de un gran cortejo, dirigiendose hacia la extremidad de Galicia para tocar a la misericordia divina implorando humildemente la protección del Apóstol Santiago". La veracidad de su testimonio literario queda asegurado con la presencia de unos datos que el amanuense incorporaba al finalizar su trabajo: nombre, edad y la fecha de su redacción. En la manuscrito De Virginitate hecho para Gotescalco, en 951, monje de Albelda, dice: "El muy santo obispo Gotescalco se llevó este libro de Hispania a Aquitaine durante el invierno, en los primeros días de enero...

Otro hecho histórico relacionado con el camino de Santiago y la región donde se ubican los primeros años del Hno. Victorino, es la preciosa imagen de Nuestra Señora de Francia. El 8 de septiembre de 1855, el General Pélissier venció durante la guerra de Crimea en la batalla de Sebastopol al ejército imperial ruso, arrebatándole como botín de guerra, nada menos que 213 cañones de bronce. Aconsejado por  el obispo Mons. de Morlhon, solicita al emperador Napoleón estos cañones para construir una imagen de María Santísima que la diócesis de Le Puy deseaba dedicarle a Nuestra Señora de Francia. 
        


Modelada la preciosa imagen por Jean - Marie Bonnassieux (1810 - 1892) sobre el monte Cornelio  fue realizada con el bronce de algunos de aquellos cañones e inaugurada el 12 de septiembre de 1860 ante 120 000 peregrinos. 

La mirada de María que sostiene en sus brazos a su Hijo, aún permanece allí, en medio de cierta indiferencia religiosa, pero es un signo de aquella nación que la primera en abrazar el mensaje de Cristo Resucitado.

Dos años antes, entre el 11 de febrero y el 16 de julio de 1858, Bernadette Soubirous dialoga con la Santísima Virgen María  en una gruta del paraje de Massabielle, expresándole en la expresión "Soy la Inmaculada Concepción" el reconocimiento a la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción por el beato Pío IX.   Un poco más tarde el mismo papa convoca el Concilio Vaticano I (1869 - 1870) que en medio de gritos y amenazas define la infalibilidad papal ex - cathedra. 

Pío IX declara el dogma de la Inmaculada Concepción.  

León XIII intentará acercar la Iglesia hasta el corazón de los obreros y con la encíclica Rerum novarum tratará de llegar a las nuevas expresiones sociales, pero antes se ha tenido que enfrentar a la kulturkamp, impulsando el servicio diplomático papal en Francia, Alemania, España, Reino Unido, México y Rusia. 

En medio de tantos acontecimientos que sacudieron el mundo y sus expresiones políticas, nacerá un niño el 7 de septiembre de 1885 cuyo nacimiento no quedará desapercibido: Augustin Arnaud, más conocido como Hermano Victorino.       

Así termino esta entrada sobre el entorno eclseial que vio nacer al Hno. Victorino, espero haber enriquecido al fiel lector con detalles que muestran la diversidad de facetas que ilustran su figura.  

Manuel Bonet.


martes, 30 de septiembre de 2014

A modo de presentación.

Hace unos días he recibido después de varias peripecias un libro sobre el Hermano Victorino. Mi amor hacia los libros es una vieja tradición que hizo que en algún momento me apropiara de unas palabras de Borges para ilustrar mi tesis en la universidad: "Hay quienes no pueden imaginar un mundo sin pájaros; hay quienes no pueden imaginar un mundo sin agua; en lo que a mi  se refiere, no puedo imaginar un mundo sin libros". Así que los libros siempre son una grata sorpresa en mi vida.

En esta ocasión, la llegada del ejemplar de Hermano Victorino: itinerario evangélico, obra del Hno. Alfredo Morales (1994), era un libro esperado y anhelado. La llegada del ejemplar traía sobre sus pastas un poco de aventura. 

En julio, después de publicar alguna entrada sobre el Hno. Victorino en este blog, un amigo me ofreció un ejemplar de la obra del Hno. Alfredo. En el verano el libro salió de Miami y llegó a San Luis Potosí, México, pero las oficinas del colegio estaban cerradas y lo regresaron  a su destinatario. Sabiendo mi amigo y yo lo que había pasado lo volvió a enviar y ahora sí, en la primera quincena de septiembre llegaba finalmente a mis manos después de muchos kilómetros recorridos.

Me lo leí casi de un tirón, lo releí nuevamente en busca de esa huella propia, tratando de entender a este hombre callado, aparentemente insignificante y paradójicamente,  transformado en un ciclón que revolucionó a la Cuba del siglo pasado. No se ofenda quien le haya conocido, si le etiqueto con esos adjetivos que no son míos, así me lo describieron a mí, allá por los últimos años del siglo pasado cuando asistía con gran entusiasmo a las convivencias vocacionales en la casa de los Hermanos de La Salle. 



Para quienes le conocieron quedaron en ellos grabados muy claramente los principales elementos de su vida:

  • Amor por Cuba y los cubanos: No se puede entender su vida y su obra, si no es en Cuba y desde Cuba. Vivió durante medio siglo las luces y sombras, las necesidades y las esperanzas de nuestro pueblo y su historia y en medio de ese torbellino concibió sus más importantes obras.


  • Hombre de Dios: Quien entablaba un sencillo diálogo con él, pronto descubría un cierto sabor a Dios en su porte, en sus palabras, en sus gestos. La vida no se improvisa y en el caso del Hermano Victorino, buscaba en medio del diario cotidiano el poder encontrarse a solas con Dios, para hablarle a El de sus alumnos y cuando estaba con sus alumnos y ex - alumnos que se cuentan por generaciones, poder hablarles a ellos de Dios.    


  • Hombre de Iglesia: Nunca quiso una obra de capillas ni colegios, pensó en cómo los cubanos podían construir su Iglesia inclusiva, sin clases sociales, donde Jesús Resucitado fuese anunciado con total entrega y generosidad. Lo logró, en medio de tantas dificultades aquellas multitudes supieron dar testimonio de la fe vivida. 


Me ha tocado conocerle a través del testimonio de aquellos que le conocieron o vivieron con él. Aplaudo a los ex - alumnos que desde Miami han empujado la apertura de su causa de canonización, esperemos que pronto le veamos en los altares, pero mientras tanto me animo a escribir algunas cosillas sobre su persona en este espacio, bajo la sombra de las palmas cubanas. 

Manuel Bonet.     

lunes, 1 de septiembre de 2014

Benedicto XVI reza a la "Virgen de la Caridad".

La noticia llega a través de la Agencia Zenit:

 Benedicto XVI quiso rezar personalmente frente a la imagen de la "Virgen de la Caridad del Cobre", patrona de Cuba, colocada en los Jardines Vaticanos el pasado 28 de agosto. 

Por la mañana se realizó la ceremonia de bendición de la Virgen, presidida por el cardenal Tarcisio Bertone, y por la tarde el papa emérito fue a rezar el Santo Rosario frente a la estatua de bronce de María, acompañado por los obispos cubanos, que se encontraban en Roma para dicha celebración. Un gesto de devoción hacia esta imagen mariana, a cuyos pies Benedicto XVI ya había rezado en su viaje a Cuba en el 2012.
La noticia la ha dado a conocer uno de los prelados de la delegación de la isla, monseñor Arturo González Amador, obispo de Santa Clara, quien ha contado a la agencia Aciprensa. "Para gran sorpresa nuestra, al final de la celebración nos llegó la noticia: ‘Esta tarde a las 19 horas, Benedicto XVI los espera para rezar con ustedes el Rosario aquí en estos jardines para hacer juntos el recorrido y terminarlo frente a la Virgen de la Caridad’”.
El obispo indicó que Benedicto XVI inició el recorrido mariano visitando las distintas imágenes de María presentes en los jardines vaticano y finalizó el rezo ante la imagen de la Virgen del Cobre, ante la cual rezó con devoción. Además, "él mismo comenzó el rezo, que posteriormente fue dirigido por su secretario personal y prefecto de la Casa Pontificia, monseñor Georg Gaenswein y por el secretario emérito de Estado Vaticano ,el cardenal Bertone".
Acompañados de los obispos cubanos, Benedicto XVI mencionó el viaje a Cuba, el último internacional de su pontificado.  "Lo recordó con emoción y cariño. Nos preguntó por la vida del pueblo, de la Iglesia y nos aseguró su oración”, indicó el obispo de Santa Clara.
Asimismo, monseñor González indicó que “unirnos a Benedicto en oración fue una gracia inmerecida que no sabemos agradecer a Dios ni a él. Ha sido un signo de una delicadeza total, y creo que este es el primer eslabón de una cadena de momentos gratos y agradables para todo el pueblo cubano que la Virgen nos va alcanzar".

domingo, 31 de agosto de 2014

Cachita en los jardines del Vaticano

El jueves camino al colegio me llegó un correo de mi amigo José Dorado, dándome la buena nueva de la presencia de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, en los jardines del Vaticano. 

Una presencia sencilla, pero que ha sido suficiente para darle sabor a una nación y a su  pueblo en cualquier lugar donde se encuentre.   

Esta imagen  se encuentra en la Casa de Convivencias del Cobre,
y acompañó en su visita a Benedicto XVI, Papa Emérito,
es la original de la puesta en los jardines Vaticanos.  


Imagen colocada en los jardines Vaticanos el 28 de agosto de este año. 

jueves, 24 de julio de 2014

Has venido a visitar a nuestro pueblo


Oración de Juan Pablo II al coronar a la Santísima Virgen de la Caridad del Cobre
 el sábado 24 de enero de 1998, en la plaza José Martí, de Santiago de Cuba.

 

 ¡Virgen de la Caridad del Cobre.
Patrona de Cuba!
¡Dios te salve, María, llena de gracia!
Tú eres la Hija amada del Padre,
la Madre de Cristo, nuestro Dios,
el Templo vivo del Espíritu Santo.

Llevas en tu nombre, Virgen de la Caridad,
la memoria del Dios que es Amor
el recuerdo del mandamiento nuevo de Jesús,
la evocación del Espíritu Santo:
amor derramado en nuestros corazones,
fuego de caridad enviado en Pentecostés
sobre la Iglesia,
don de la plena libertad de los hijos de Dios.

¡Bendita tú entre las mujeres
y bendito el fruto de tu vientre, Jesús!
Has venido a visitar nuestro pueblo
y has querido quedarte con nosotros
como Madre y Señora de Cuba,
a lo largo de su peregrinar
por los caminos de la historia.

Tu nombre y tu imagen están esculpidos
en la mente y en el corazón de todos los cubanos,
dentro y fuera de la Patria,
como signo de esperanza y centro de comunión fraterna.

¡Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra!
Ruega por nosotros ante tu Hijo Jesucristo,
intercede por nosotros con tu corazón maternal,
inundado de la caridad del Espíritu.

Acrecienta nuestra fe, aviva la esperanza,
aumenta y fortalece en nosotros el amor.
Ampara nuestras familias,
protege a los jóvenes y a los niños,
consuela a los que sufren.

Sé Madre de los fieles y de los pastores de la Iglesia,
modelo y estrella de la nueva evangelización.
¡Madre de la reconciliación!

Reúne a tu pueblo disperso por el mundo.
Haz de la nación cubana un hogar de hermanos y hermanas
para que este pueblo abra de par en par
su mente, su corazón y su vida a Cristo,
único Salvador y Redentor, que vive y reina con el Padre y el Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos. Amén

sábado, 19 de julio de 2014

La larga espera del martirio

En entradas anteriores había hablado de la presencia de la Orden de la Santísima Trinidad en Cuba, uno de los religiosos que en nuestro país trabajó por extender el Reino de Dios ha sido beatificado por dar firme testimonio de su fe:

Beato José de Jesús y María Ormaechea y Apoitia. 

Nació el 1º de septiembre de 1880 en Navárniz (Vizcaya).

Martirizado el 4 de septiembre de 1936 Villanueva del Arzobispo. 

Beatificado el 28 de octubre de 2007 por Benedicto XVI.

Sus restos se encuentran en el camerín del Santuario de Nuestra Señora de la Fuensanta en Villanueva del Arzobispo.



Me llamo José Vicente, pero al ingresar al noviciado trinitario en Algorta, cerca de Bilbao,  me llamaron José de Jesús y María.  La Orden de la Santísima Trinidad había sido restaurada en en 1879 en España, un año antes de que yo naciera, pero cuando ingresé a los 16 años era una comunidad fecunda nuevamente.




Mientras estaba estudiando para ser ordenado sacerdote se realizó la fundación en Cárdenas, Cuba. Mis compañeros trinitarios deseábamos ser misioneros en las Américas y sufrir un poco por el evangelio, rescatar cautivos, promover la vida.  Al ser ordenado sacerdote en 1903 pedí ser enviado a las misiones y me destinaron a Cuba. En Cárdenas coincidí con mi hermano, fray Juan Crisóstomo del Espíritu Santo había sido enviado a esta comunidad, siendo más tarde Superior del Colegio de la Santísima Trinidad, entre 1910 y 1916.

Puerta de la capilla del Colegio Trinitario en Cárdenas, Cuba.  

Cuando llegué a Cárdenas, el Colegio se había trasladado a unas nuevas instalaciones de dos plantas, con una fuente que se llenó de peces de colores. Como en la primera planta estaban los salones, en cuanto llegaba el recreo escuchábamos en la segunda planta, los gritos de los chicos en torno a la fuente y los peces.


En 1913 regresé a España y en 1922 me eligieron secretario provincial. Más tarde fui vicario del convento de Belmonte (Cuenca) en 1926; luego me nombraron superior  del convento de La Rambla (Córdoba) y en 1933, superior de Villanueva del Arzobispo donde vivíamos al amparo de Nuestra Señora de la Fuensanta. Aquí coincidí con el P. Mariano de San José, de los primeros trinitarios tras la restauración y compañero más tarde de martirio.


Nuestra Señora de la Fuensanta también sufrió el martirio.  

 Mis funciones de superior me permitían conocer y visitar a los más necesitados en torno al Santuario y acompañar a mis hermanos en religión. En ocasiones acogía a numerosos amigos intelectuales. En una de aquellas visitas, a un amigo, le entregué varios libros religiosos y le dije algo preocupado: “guárdalos, porque todo esto va a ser destruido muy pronto, y si vienes [al Santuario] te daré más, pero no tardes”. Tras el primer registro le hablé por teléfono y le dije: “Ya ha empezado el calvario que tantas veces os he dicho“. No me entendió y no regresó,  cuando lo hizo el Santuario y el convento ardían en llamas.
Al efectuarse el primer  registro  el 22 de julio de 1936, como superior tuve que acompañar a los milicianos a registrar el inmueble. Siempre había sido de genio fuerte, carácter enérgico, «hombre de cuerpo entero», pero al tener que abrir el Sagrario algo se quebró en mí y al abrir su puerta, exclamé con voz fuerte: “Padre, perdónales, que no saben lo que hacen”.


Santuario de Nuestra Señora de Fuensanta, en Villanueva del Arzobispo. 



Al terminar el registro la comunidad fue arrestada y subida a un camión, a mi como deferencia me llevaron a pie hasta la ciudad. Al llegar a la prisión nos despojaron de todo objeto religioso: escapulario, rosarios (el mío, lo rompieron al quitármelo), medallas… Al día siguiente, en una  de las tatas palizas que nos dieron, al golpearme con la culata del fusil, detuve el golpe y se disparó hiriendo al miliciano en un pie y a mí de mayor gravedad por lo que me llevaron al Hospital – Asilo de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados.  En el hospital no hacía más que quejarme: “¡Ay, alma más! ¡ay, alma mía!” pues había estado a punto de alcanzar la palma del martirio y la había alejado de mi. 

A la Virgen de la Fuensanta le pedí que me sacaran de la cárcel, pues en medio de tanto odio no podría recibir el martirio, así que al ser llevado al Hospital con las Hermanitas en mi corazón renació la esperanza. Los milicianos me siguieron al Hospital, me ofendían, me golpearon con un crucifijo de la pared hasta que lo quebraron, querían que lo escupiera, que lo pisara pero yo no quise. Durante 8 días me golpearon, tan fuerte que en una ocasión estando sentado en una silla, caí con la silla y esta se rompió.

 Finalmente el 4 de agosto en la madrugada fueron a por mí. Al oír los gritos en las escaleras pedí al P. Joaquín Montoro que se encontraba en cama: “Ha llegado nuestra hora, absolvámonos mutuamente para que Dios tenga misericordia de nosotros” y comencé a vestirme. Al entrar los milicianos, pedí salir con una orden escrita del Gobernador; nunca llegó tal orden, aún así intentaron lanzarme lazos para agarrarme por el cuello, como pude me fui quitando sus cuerdas. Hacia las tres de la mañana entró en la sala el jefe de los milicianos y me pidió que lo siguiera. Al no hacerlo, me apuntó a la sien derecha con su pistola y me disparó ganándome la palma del martirio para siempre.             

Tapiz de la beatificación.
Detrás de la B. María de la Encarnación se aprecian el P. Mariano de San José
y el P. José de Jesús y María con el  incensario en la mano izquierda.